domingo, 26 de agosto de 2018

Mr. Right BSO


I've been thinking so long this post after all I'm wondering about the BSO of Mr. Right, but I'm not absolutely sure about it. So, if one of you had comments, or ideas about that, just let me know on reviews. Thanks!!

PD. I've been listen Jealous Guy by John Lennon, and I can't imagine any song more beautiful to this story. I really love it. He was amazing, and not just for this song.  





Other songs to Mr. Right


Ave Maria / Ann Fontanella (Henry)
So this is love / Cheetah Girls
Mendelssohn Wedding March (Henry)
First Love / Utada Hikaru (Ally)
Just a Kiss / Lady Antebellum (Ally)
You and I / Ladu Gaga country ver. (Ally)
Tristesse (Etude op. 10 no. 3) / Chopin (Henry)
Love Game / Lady Gaga
Jealous / Nick Jonas
Jealous Guy / John Lennon
Hate Myself for loving you / Joan Jett
Crazy Stupid Love / R5
He won't go / Adele
Think twice / Groove Amanda
Love me Like you mean it / Kelsea Ballerini
Let her go / Passenger
Hiding my heart / Adele





miércoles, 20 de julio de 2016

Mental Maze - Capítulo 4



Desde donde estaba sentada las cosas habían parecido fáciles hacía unos minutos cuando había creído que Toby estaría en algún lugar entre el hielo seco, el concentrado aire a lociones mezcladas y el humo de quienes fumaban, con aprehensión Sarah había recibido una tarjeta con la nueva dirección a donde tenía que ir, pero en este caso era un acertijo. De Toby no había rastro. Si aquello no servía para empeorar las cosas había gastado varias horas en aquella búsqueda inútil, solo le quedaban diecinueve y pronto empezaría a amanecer, además había perdido su celular entre el taxi y el asalto al que había sido sometida por lo que si su madrastra o su padre llamaban iba a tener que inventarse una buena excusa para no contestar, y de cualquier manera no podía regresar porque solo la retrasaría. Sarah miró alrededor con molestia decidiendo que en la primera oportunidad robaría uno. Era por una buena causa, intento convencerse.


El tiempo está sepultado bajo un retorcido hechizo cuadrado.

Sarah tomó un profundo aliento y leyó nuevamente intentando encontrarle sentido a aquella frase. Un par de ojos eléctricos se abrieron y la observaron. Le parecía que aquellos ojos mostraban una expresión ansiosa y cuando se hubo alejado un tanto de estos, sus pupilas giraron la mirada hacia el otro lado. Podía verse por la forma en que los ojos miraban significativamente al otro lado. Esos ojos sabían cosas. El tiempo... ¿Sepultado?

"Nada de esto tiene sentido." Se quejó en voz alta, por el consuelo de oír al menos su propia voz entre todo aquel ruido. Se detuvo, pensando en lo que Hodge le había dicho. "quizás no..." razonó. "Tal vez... solo lo doy por supuesto." Miró el reloj situado en la pared del club nocturno, era una sorpresa para ella que aquel lugar todavía estuviera abierto, estaba por acercarse el amanecer. Para su buena suerte un celular había sido dejado sobre la barra sin que nadie hubiera venido por el o se hubiera acercado siquiera al lugar. Revisando con rapidez se lo metió en el bolsillo trasero del pantalón junto con unos dólares que probablemente eran la propina de alguien. Luego de un rato dándole vueltas al asunto había llegado solo a la conclusión de que Jareth quería que tomara el metro. ¿Pero a dónde?

El sonido de una pistola disparándose silenció el lugar, y de pronto el fuego se inició de ninguna parte lloviendo tantas balas como personas había, Sarah se tiró en el suelo asustada, con el papel de la adivinanza en un puño, ¿Qué es esta locura? Una vez que logró usar su vista periférica y comprobó que había unos pocos en pie con sus armas pero que estaban dándole la espalda decidió arrastrarse hacia la puerta del baño que por fortuna le quedaba cerca, solo entonces se levantó, asustada comprobando su reflejo y su cuerpo para ver que no poseía herida alguna. Estaba cubierta de sangre pero ilesa. Con la mente en blanco se quedó parada mirando hacia el espejo sin saber que hacer. Solo entonces y tomando un profundo aliento, abrió la ventanilla del baño y saliendo por allí, comenzó a correr. La única diferencia era que las paredes revelaban ahora donde estaba y la ciudad se iba haciendo más y más clara. El sol estaba saliendo. Corrió más rápido, patinando entre los charcos y el barro que había en algunas zonas, dándose contra las paredes de los edificios, más rápido y más rápido, sin que realmente le importara a donde iba. Doblando las esquinas hasta llegar a una avenida que comenzaba a concurrirse. No sabía si había sido o no la única en sobrevivir, pero esperaba que no. Aquella matanza había sido horrible y totalmente imprevista. Siguió corriendo, hasta que las cosas empezaron a dar vuelta sobre su cabeza y comprendió que se estaba desmayando, exhausta, con lágrimas corriendo por las mejillas, se tendió en una esquina, sollozando.










Sarah levantó su mirada del libro que la absorbía solo por un momento para comprobar que Toby siguiera vivo, su padre y su madrastra le habían pedido de nuevo que cuidara de Toby aquel fin de semana, ella había accedido no sin quejarse, pero en el fondo aliviada de tener un momento para tomar algo de distancia entre ella y Jareth, las cosas iban demasiado rápido y demasiado bien para ser verdad. Preguntarle sobre el asunto a su padre o a su madrastra estaba fuera de cuestión, preguntarle a Alice no serviría porque todo lo que podía hacer era quejarse y mostrar un poco de envidia sobre que ella tuviera la atención de Jareth. Además la haría ver como alguien inseguro y no podía preguntarle a su madre porque se la había pasado evitándola desde hacía varios años ya. Molesta sacudió su cabeza, se suponía que aquel libro serviría para despejarla no para envolverla más en sus pensamientos, pero las maquinaciones de Heathcliff tampoco ayudaban en lo absoluto a que se sintiera mejor. No cuando le recordaban a Jareth...

"Parece más una disertación de fracasos que de éxitos." Susurró una voz a su lado haciéndola sobresaltar.

"¡Jareth!" Lo miró sorprendida. Él hizo una inclinación con la cabeza y Sarah resistió el ridículo impulso de levantarse para hacer una reverencia. Mordiéndose el labio lo miró con preocupación. "¿Estás acosándome o algo?"

Jareth rió entre dientes.

"Siempre." Luego carraspeó mientras se acomodaba en su porche con total desgana, como si llevara años haciendo lo mismo. "Pasé a saludar y conocer a mis nuevos vecinos, pero resulta... que eres tú."

Sarah lo miró recelosa.

"¿Vecinos?" Preguntó. Jareth señaló la casa de al lado la cual hacía poco había estado en venta. Ahora unos agentes de mudanza entraban y salían acomodando las pertenencias del hombre. Sarah parpadeó mientras una rara sensación se instalaba en su estómago, aunque se había dado cuenta del movimiento desde donde estaba nunca habría pensado que se trataba de Jareth quien se mudaba. Al lado de su casa, bueno, la de su padre. Absteniéndose de hacer al menos una treintena de preguntas que rondaban por su mente lo miró con fijeza. "Ya veo."

"¡Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma, vuélveme loco! Pero, ¡Por favor!, No me dejes en este abismo donde no puedo hallarte." Dijo Jareth susurrando en un acento delicioso que hizo que Sarah olvidara todas las preguntas que tenía en la cabeza y lo mirara con una mezcla de sorpresa y admiración. Como aquella cita de Heathcliff la había dejado sin habla parpadeó un par de veces mientras él la miraba ladino.

"Um... ¿Por qué no estás supervisando la mudanza?" Preguntó ella al tiempo que se recordaba echarle un ojo a Toby. La mirada de Jareth siguió la suya.

"¿Quién es él?" Preguntó con cierta molestia en su voz sin responder a su pregunta. Sarah parpadeó confusa.

"Toby. Es... mi... hermano." Jareth arqueó una ceja. "Medio hermano en realidad."

Entonces se sonrojó. No debería haber dicho aquello, pero algo le decía que Jareth no la juzgaría por ello. Toby jugaba en el arenero despreocupadamente, ajeno a la conversación de ambos.

"Entonces, por eso dijiste que no podrías pasar el fin de semana conmigo." Le reprochó Jareth, Sarah se sonrojó aún más si eso era posible.

"Creo que... creí que no te gustaría precisamente pasar las horas cuidando a un niño pequeño. Para muchos suele ser aburrido." Sarah se contuvo de decir que a ella también le parecía aburrido por no mencionar odioso en especial cuando a Toby le daba por llorar.

"Eso depende de la persona." Dijo Jareth sacudiéndose los jeans y dirigiéndose al arenero. Sarah lo siguió sin saber lo que se proponía a continuación. "Deseaba pasar el fin de semana contigo, y eso haré."

"¿Sueles desear cosas tan simples a menudo?" Preguntó Sarah sin poder contenerse por mucho. Jareth la miró de un modo muy extraño y luego sacudió su cabeza.

"Quizás me he equivocado en la elección de palabras, Sarah." Toby cogió la pala que Jareth le ofrecía. "Desear no es lo mismo que querer. Se desea lo que se sabe que no dura, se quiere lo que se sabe que es eterno. Yo no deseo o pido nada, tomo lo que quiero mientras esto pueda mantener mi interés."

Sarah parpadeó de nuevo sin palabras y tragó saliva. ¿Estaba hablando de ella? A lo mejor solo estaba hablando por hablar, ¿Cierto? Miró hacia el arenero con fastidio y luego se colocó a un lado del mismo procurando no ensuciarse.

"¿No es lo que hacemos todos?" Preguntó Sarah después de un momento de silencio. Jareth se rió, pero su risa era más bien seca.

"¿Eso es lo que piensas?" Preguntó acariciando distraídamente la cabeza de Toby. "Supongo que de algún modo podría ser cierto. Pero no. No todos están dispuestos a pagar el precio por sus deseos. ¿Lo estás tú Sarah?"

Sarah lo miró concentrándose en la pregunta, de algún modo sentía como si se le estuviera escapando algo. Jareth le guiñó el ojo mientras la veía discutir en su mente sus posibles respuestas.










Cuando se hubo recobrado, abrió los ojos muy lentamente, esperando ver algo diferente esta vez: una esquina, una puerta, incluso su propio dormitorio. Todo lo que había para ver era la calle llena de tiendas. Con un pequeño chillido de frustración, golpeó los puños contra una de las puertas. Respondiendo al llamado, un enorme hombre afroamericano vestido de azul con grandes ojos saltones asomó la cabeza donde Sarah había golpeado.

"Buenos días ¿Puedo hacer algo por ti?" Preguntó cordial. Desolada, Sarah lo miró. Se encogió de hombros. Si le explicaba su problema, quizás pudiera darle algún consejo. Con voz baja, le preguntó:

"¿Se te dan bien los acertijos? ¿Conoces el club nocturno Underground?"

"¿Quién, yo?" Sonrió abiertamente. "No, solo soy un vendedor."

Sarah asintió. Puede que hubiera sido esperar demasiado.

Cuando se hubo recobrado, abrió los ojos muy lentamente, esperando ver algo diferente esta vez: una esquina, una puerta, incluso su propio dormitorio. Todo lo que había para ver eran las dos paredes.

"Entra y conoce a mi señora," la invitó el hombre. Ella se las arregló para sonreír débilmente.

"Gracias," dijo, "pero tengo que resolver este acertijo. Y no hay más pistas, o personas a quien preguntar. Ni nada." Parpadeó para contener las lágrimas calientes. "Estoy sola."

"Ooh" dijo el hombre aproximándose al papel que Sarah sostenía. "no estás mirando bien, eso es. Está claro como el agua. Solo que tú no lo ves, eso es todo."

Sarah lo miró con incredulidad. ¿No acababa de decir que no se le daban bien los acertijos? No había lógica en ello. O quizás no tenía nada que ver con la lógica y ese era el problema: Todo lógica y nada de razón.

"El metro está adelante," siguió diciendo. "No hay pierde."

Ella miró el papel frustrada. "Pero... no entiendo. No, no hay ninguna calle a donde ir."

El hombre resopló, y con voz amable dijo:

"Pasa y toma una taza de té."

"No hay dirección." La voz de Sarah era insistente.

"Intenta en Borough Park." dijo el hombre, con un ademán de la cabeza que pretendía inspirar coraje. "Si observas y escuchas con cuidado lo verás. Pero primero, ¿por qué no tomas una taza de té?"

"¿Dónde?" Sarah volvió a mirar de nuevo el papel.

"Lo tengo en la tetera." La hospitalidad de aquel hombre se malgastaba con ella.

"Debajo del subterráneo no hay nada." masculló. "No hay forma de que me manden a un lugar que es imposible de pasar."

"Ooh" observó el hombre divertido. "este lugar, oh, querida. Las cosas no siempre son lo que parecen, ya sabes, si los pueblos esconden miles de secretos las ciudades esconden billones. Así que no des nada por supuesto."

Sarah lanzó al gusano una mirada penetrante. ¿Cómo es que utilizaba la misma frase que Hodge? Y en su mente oyó de nuevo la voz de Hodge. «¿Yo? No iría por ningún lado»

Ningún lado. Justo delante de ti. ¿Qué más quedaba por hacer? Lo intentaría. Miró el papel de nuevo decidida, muy tentativamente, sobresaltándose por anticipado cuando se acordó de algo que se le había pasado por alto. Sarah estaba deleitada. Se giró agradecida.

"Gracias," le dijo. "Eso ha sido increíblemente útil."

Había comenzado a avanzar por la calle cuando oyó un grito a su espalda.

"¡Yo no iría por ahí!" estaba gritando el hombre, sus ojos se mostraban preocupados mientras observaban a Sarah marcharse. Pero dedicándole sonrisa alegre cuando ella se detuvo y volvió jadeando.

"¿Qué has dicho?"

"Lo que dije," le dijo el hombre. "fue que no vayas por ahí. Es más seguro si vas por allá. Las cosas se ponen muy feas por donde ibas."

"Oh" asintió Sarah. "Gracias." Se puso en camino en la dirección señalada.

La observó marchar de nuevo, y suspiró con alivio.

"Guau" El hombre puso los ojos en blanco. "Ha estado cerca. Si hubiera cogido la primera opción, hubiera llegado directamente sin desviaciones."










En aquella habitación, Toby, todavía en pijama, tenía la boca abierta de par en par y estaba aullando. Sus pequeños puños estaban firmemente apretados, su cara estaba escarlata y sus ojos cerrados, y estaba montando un escándalo que hubiera hecho gemir a Sarah en voz alta.

Jareth lo observaba con una sonrisa divertida. Los hombres que lo habían ayudado permanecían abstraídos mientras jugaban videojuegos con los cascos puestos. En este lugar nadie más se fijaba mucho en Toby. Había basura por todos lados y el lugar estaba literalmente de platos de comida a medio terminar, trozos de carne podrida y verdura pasada y el lugar olía francamente mal para tratarse de un lugar de alta categoría, pero no se podía esperar gran cosa de aquellos hombres.

Necesitaba algo que le mantuviera entretenido. Aquellos hombres eran, francamente, aburridos. Tan estúpidos que no podrían encontrar las respuestas a los acertijos que le había planteado a Sarah. Carecían de sabiduría o ingenio.

Jareth bostezó y examinó cansadamente la habitación. Las paredes estaban decoradas con calaveras y murciélagos. Dios mío, pensó. Calaveras y murciélagos de plástico aún. ¿Cómo de lerdos podían llegar a ser? Miró esperanzado al reloj. Las seis y media, indicaban las manecillas con forma de espadas. Otras diecisiete horas y media de espera. Tendría que hacer algo para pasar el tiempo.

Se puso de pie, estiró los brazos y se paseó intranquilamente. Uno de sus hombres pasó como un rayo. Jareth extendió el brazo y lo atrapó, cogiéndolo por el cogote. Los ojos del muchacho en cuestión, se apartaron asustados de los suyos.

"Eres asustadizo ¿Eh?" dijo Jareth con una risa forzada.

El resto de ellos aullaron con algarabía. Allí acababa de tener una prueba de lo estúpidos que eran. Lo seguirían sin pensarlo dos veces o cuestionarle. Incluso habían cometido un delito al secuestrar a aquel niño solo para complacerlo. Y Sarah... ella lo había mirado como si fuera un monstruo por hacerlo. Jareth hizo una mueca ante el dolor que suponía eso.










Aunque lo usual no era que Jareth la acompañara a hacer la colada, en aquella ocasión ambos se habían encontrado sin querer en la lavandería mientras ella sacaba sus ropas y el metía las suyas. Tras un extraño e incómodo silencio Jareth finalmente habló:

"¿Irás este fin de semana con tus padres?" Preguntó él. Ella asintió.

"¿No tenías personas que te hicieran la colada?" Fue su turno de preguntar, lo cierto era que tras verlo bajar con su ropa no había podido contenerse en ello, en especial tras lo snob que había sonado la primera vez que habían hablado en serio. Jareth se encogió de hombros sin responder a su pregunta. Nunca parecía responderle, y si lo hacía la dejaba pensando sobre si le había contestado o no. Sarah disfrutaba con él de aquellas conversaciones la mayor parte de su tiempo, pero a menudo se volvía tedioso para ella estar con alguien que nunca le respondía ni a las preguntas más simples.

"Me pasaré por allá un rato entonces." Pronunció Jareth, Sarah azotó su cesta llena de ropa limpia y doblada contra la puerta impidiendo que se cayera, luego miró furiosa a Jareth, aunque en realidad no sabía la razón de su furia.

"¿Para qué?" Preguntó en un gruñido. "es aburrido. Un fastidio en realidad. Solo es un bebé de tres años, no un animal de zoológico interesante para estudiar."

Jareth la miró con diversión y chasqueó la lengua.

"Me gustan los niños." Pronunció con cuidado y ante la mirada recelosa de Sarah añadió: "No en el sentido de Charles Dodgson, en el buen sentido."

"Vale." Dijo perpleja.

"Y me gustas tú." Pasó una de sus manos por la barbilla de Sarah haciendo de ello un gesto muy íntimo. Sarah retrocedió por la sorpresa y él sonrió con cierto aire macabro al tiempo que aquello hacía latir con fuerza el corazón de la chica.

"Vale." Dijo girándose para darle la espalda. "Se irán a la una."

Dijo, y se marchó del lugar, dejando a Jareth con una calculada sonrisa en los labios.










Luego de que varias personas la evitaran por su aspecto desaliñado lleno de sangre y tierra, logró comprar un boleto para el metro con el dinero que había cogido en el club nocturno. Durante un rato vagó a lo largo de los pasillos de ladrillos. Altos y adustos que se extendían hasta el infinito entre las calles de Nueva York, encontrando a veces unos pocos escalones. El hecho de que estuviera amaneciendo y hubiera buena iluminación en aquel lugar lo hacía un cambio agradable. Esperó un rato hasta que llegó su turno y solo entonces se subió. Decidida a mantener la calma, sacó el papel con el acertijo mientras repetía en su mente cada conversación que había tenido con Jareth con la esperanza de que alguna de ellas le sirviera para descifrar donde podía tener a Toby. Era una suerte que no fuera turista en NY o no se habría dado cuenta de que aquel hombre la quería enviar a dar un rodeo hasta Brooklyn, como si estar en Queens no hubiera sido ya bastante malo. Suspiró con pesadez consolándose en el hecho de que al menos había conseguido una buena pista. Times Square ¿Cómo no lo había visto? Lucía demasiado simple ahora que lo veía. ¿Qué le había dicho Jareth? La simplicidad era la clave de la brillantez.

Sarah se removió incómoda al notar que una anciana la miraba con reprobación, seguramente su atuendo era la causa de ello, pensó, lamentándose por un momento no poder detenerse en su departamento a ducharse y coger algo de dinero. Pero con aquellos acertijos que Jareth le planteaba se había olvidado aunque fuera por un instante de que estaba en el metro y que su hermano... no eso no le era posible olvidarlo.

Al llegar a su destino se dio cuenta de que para atravesar fuera por ferri, auto o a pie no se libraría de ser examinada por los policías que estaban controlando las salidas y entradas década uno. Se miró llena de sangre y gimió frustrada, nunca la dejarían pasar en ese estado.

"¡No es justo!" Gruño Sarah molesta.

"Tienes razón" dijo una voz a su espalda. "¡No es justo!"

Saltó y se dio la vuelta. Tras ella, vio dos guardias uno de ellos estaba relativamente cerca, en el extremo de una las columnas del puente, mientras verificaba autos. Pobres, pensó, tener que estar así de pie todo el rato. El que estaba parado enfrente de ella tenía unos ojos increíblemente astutos y se estaba burlando de ella. "Y eso es solo la mitad ¿Cierto Ralph?"

Ralph asintió mientras se dirigía a ellos.

"¿La mitad de qué?" preguntó Sarah, retorciéndose las manos, nerviosa.

"La mitad del doble de lo que serán tus problemas jovencita." replicó Ralph. "Llama a Jimmy, Alph. Diles que tenemos lo que buscamos."

Alph se conectó a su intercomunicador mientas a Sarah le daba un vuelco en el corazón. Ralph la sujetó y esposó sin previo aviso contra la patrulla.

"Debe haber un error ¿Qué es lo que buscan?" Preguntó Sarah desesperada. Ninguno de ellos le respondió.

"El doble es más que la mitad." Contestó Alph. Sarah revoleó sus ojos. "Apunta, mujer, cabello negro, rasgos caucásicos sospechosa de terrorismo. Lleva sangre en su ropa. Necesitamos alguien que venga para procesarla."

Sarah parpadeó procesando la información.

"Es un error." Sarah se giró, entonces los dos la metieron a la caseta de vigilancia del puente. "No soy terrorista. Tuve un accidente... ummm, femenino. Ustedes saben, muy malo."

Sarah estaba consciente de que estar cerca de la policía alertaría a Jareth y cambiaría el juego, por lo que cada minuto contaba como una sentencia para ella y Toby.

"No necesitamos que nos des explicaciones," Una voz brusca y con un fuerte acento se giró para verla. Estaba molesto. "se las darás a los que vengan por ti para llevarte a la comisaría. Jimmy me envió, tiene una situación allá. No puede venir."

"Venga Timothy, no seas rudo, no le hace daño a nadie. Si quiere hablar que hable. Se hundirá solita antes de pedir un abogado." Se rió Alph. Sarah frunció el ceño, pero el caso era que Alph tenía razón. Dar explicaciones no serviría para que creyeran en ella, mentiras o no. Y dar la verdad solo serviría para acabar perdiendo a su hermano. Pero aun así... tenía que hacer algo.

"¡Oh!" exclamó indignada. "No es justo. ¿Qué se supone que debo hacer? Solo estaba intentando ayudar a una amiga que tuvo una emergencia y entonces me encuentro corriendo al médico por ayuda porque ella no tiene auto. Claro, yo no tengo la culpa de que sea una paranoica que cree que el gobierno – en especial los de arriba – nos vigilan, y que por ello prácticamente se haya aislado de todo recurso y esté intentando traer a su bebé al mundo justo en estos momentos..."

El discurso no había funcionado con aquellos hombres, quienes en vez de soltarla la ignoraron olímpicamente, tres de ellos volviendo a sus puestos mientras el cuarto se quedaba encargado de cuidarla hasta que llegara alguien por ella. Lejos de sentirse derrotada, el corazón de Sarah empezó a palpitar. Había una posibilidad de escapar si alcanzaba las llaves antes de que Timothy entrara a la caseta de nuevo.

Colgadas junto a la puerta había varios pares de llaves. Sarah jadeó.

"¿Cuál es cuál?" Timothy se estaba despidiendo. Desesperada Sarah cogió los cuatro pares y los engancho a sus jeans. Timothy entró al tiempo que Sarah se sentaba. La observó con el ceño fruncido unos segundos que a Sarah le parecieron eternos y luego se volteó.

"Vamos, vamos" dijo el guardia con irritación como si murmurara para si mismo. "No podemos quedarnos aquí todo el día con esta terrorista."

Sarah saltó indignada.

"Para empezar no soy una terrorista. Y segundo ¿Qué quieres decir con que no puedes?" exclamó "Ese es tu trabajo."

"Oh, sí. Lo olvidé." Dijo Timothy sacudiendo la cabeza con burla. "Tengo esposa e hijos, ¿Sabes? Tengo que ir con ellos. Mi turno acaba en veinte minutos, y no he recibido ni confirmación de que mi relevo viene. Tampoco nadie ha reclamado por ti."

"Insisto, no soy terrorista." Pestañeó intentando alejar las lágrimas de frustración. La patrulla estaba a unos veinte pasos, si noqueaba a Timothy lo lograría. Sarah casi sintió pena por él cuando le pegó con la silla metálica plegable en la nuca. Casi.

Pero aún tenía que preocuparse por Toby. Checando que no hubiera matado al guardia se relajó y salió disparada hacia la patrulla. Ralph estaba distraído con el chequeo de un automóvil por lo que no la vio salir. Jim y Alph tampoco se dieron cuenta de lo que ocurría al principio, hasta que Sarah encendió el motor de la patrulla, desesperada y sin saber cómo conducir un auto Sarah chocó contra cinco automóviles antes de poder entender el mecanismo, afuera, los guardias comenzaban a gritar y correr hacia ella. Con excepción de Timothy claro, pobre hombre pensó Sarah, segura de que se iba a llevar una buena regañina. Entrecerrando los ojos al tiempo que se armaba de valor cruzó el puente y se dirigió hacia la autopista antes de que nadie pudiera detenerla. No pasó de internarse en la jungla que era la ciudad cuando tuvo a tres patrullas persiguiéndola, y al llegar a las primeras calles se vio rodeada de tal modo que no pudo escapar. Sarah gimió.

"Señorita, le pedimos que se baje de inmediato de la patrulla." Dijo un hombre mediante altavoz. "Con las manos en alto."

Lentamente con fastidio y una sensación punzante en su estómago Sarah se bajó y al instante tuvo tres o cuatro intentando sujetarla sin previo aviso, cuando se dieron cuenta de que aún seguía esposada intentaron meterla en la patrulla, algunos peatones se habían quedado parados mirando, otros tomaban fotografías o videos mediante sus celulares. Genial, sencillamente, genial. Si sus padres no se enteraban por la casa vacía se enterarían en internet.

"No soy una terrorista," Gimió en voz alta aprovechando las cámaras. "Me asustaron. Son unos matones. ¡Auxilio!"

"Señorita, es usted sospechosa de terrorismo y de robar un auto del gobierno, pero a partir de este momento tiene usted derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra ante un tribunal." Dijo uno de los policías finalmente logrando meterla en la patrulla. El corazón de Sarah aleteó con pánico. "Tiene derecho a consultar a un abogado o a tener uno presente cuando sea interrogada por la policía. Si no puede costearse uno el Estado se lo brindará para que la represente. ¿Entiende usted los derechos que le acabo de leer?"

Sarah asintió débilmente y la puerta del auto se cerró con un sonoro ¡clang!




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Notas de Autor: Es miércoles, lo sé. Por eso pido disculpas por el gran retraso de este capítulo, resulta que armar las dos últimas escenas fue mucho más complicado de lo que esperaba.

Charles Dodgson, también conocido como Lewis Carroll, famoso por escribir las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo y lo que Alicia encontró allí. Fue fotógrafo, y causó controversia con estas fotos especialmente por la desnudez de las niñas y el que guardara los negativos de dichas fotografías. Si no me creen solo tienen que buscar en Google Lewis Carroll, Photographer of Children: Four Nude Studies, para dar con ello. A propósito de que aunque puede ser un libro perturbador para muchos, también puede ser fascinante si hablamos de arte y fotografía.

Respecto a la frase usada en el acertijo que Jareth le ha dejado a Sarah ha sido hecha en inglés, por lo que es de ese modo como cobra más sentido. Time is buried under a twisted spell square. En este capítulo he usado algunas cuantas citas. Las pongo a continuación para hacerles el honor que se merecen:

Desear no es querer. Se desea lo que se sabe que no dura, se quiere lo que se sabe que es eterno. – Rousseau

¡Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma, vuélveme loco! Pero, ¡Por favor!, No me dejes en este abismo donde no puedo hallarte. – Heathcliff, Cumbres Borrascosas.

La simplicidad es la clave de la brillantez. – Bruce Lee.

viernes, 8 de julio de 2016

Mental Maze - Capítulo 3

Jareth se había asegurado de que aquello pareciera un lugar sin salida. Si fallaba, su hermano jamás volvería a casa y ella tampoco. A ella le iría bien, pero a Toby no. No estaba tan segura de eso. Si se negaba a jugar aquel estúpido juego suyo, perdería a Toby y ella de todos modos sería obligada a irse con Jareth, no es que la idea le repugnara. Pero según él… había archivos en contra de ella, por lo que acudir con la policía quedaba descartada.

Sarah se mordió el labio mientras miraba el reloj que ahora marcaba la una de la mañana del sábado, y golpeteó con sus uñas la mesita del porche con impaciencia como si aquello pudiera darle las respuestas. Si ganaba, si ganaba el juego… salía perdiendo. Perdería su oportunidad de ser libre. De vivir. Jareth le había ofrecido algo por primera vez realmente retorcido. Desaparecer como si hubiera sido secuestrada junto a su hermano o desaparecer como si fuera una fugitiva no eran opciones. Tampoco lo era perderlo a él. El único que parecía entenderla realmente.

Llevando su dedo al labio mordisqueó la uña del pulgar mientras los recuerdos invadían su mente. Aun recordaba cómo había conocido a Jareth.










“Demonios” Gruñó Sarah cuando todo el contenido de su carrito fue volcado por un auto que iba demasiado rápido en un estacionamiento. En parte asustada por aquel momento en que el carrito le había sido arrebatado de las manos en parte aliviada de que hubiera sido la despensa y no ella. Y en gran parte, molesta con aquél estúpido conductor. “Allí va todo el sueldo de mi semana.”

Sabía que quejándose no iba a llegar a ningún lado, pero justo en aquel momento todavía se encontraba en shock. Pálida como fantasma e inmóvil. Y aunque en un principio no había planeado quedarse allí, al ver al dueño del monstruo que acababa de arrollar su despensa se plantó a esperar que él se disculpara. Pero cuando aquello no ocurrió Sarah se aproximó al vehículo con cautela y al verle hablando por celular tocó la ventanilla. El tipo la miró y bajó del auto aún con el celular en mano.

Irritada Sarah le arrebató el celular y lo cerró. Ante el enojo de aquel hombre - atractivo pero imbécil – Sarah logró decirle lo que deseaba:

“Casi me atropellas y has tirado mis víveres.” Estaba temblando, sí. Y nunca había hecho algo como eso ni tampoco se le había pasado por la cabeza. Pero tenía que hacer algo ¿Cierto? Y pedirle a su padre dinero porque aquel hombre había cometido un gran error no contaba cómo hacer algo. No cuando ella misma tenía trabajo para solventar sus gastos. Después de todo ya bastante era que su padre pagara su universidad. Lo miró fastidiada cuando él le tendió la mano pidiendo que devolviera su celular y sin pensarlo lo lanzó hasta donde todavía el carrito estaba tendido. Luego girándose sobre sus talones supo que no iba a conseguir nada más de él. Cogiendo otro carrito compró lo que necesitaba y salió, esta vez asegurándose de que nadie le pasara por encima ni a ella ni a su despensa.










Vivir en NY tenía sus ventajas, conseguir transporte desde luego era una de ellas si lo veías por el lado bueno. Sarah nunca había aprendido a conducir por ejemplo, dado que el tráfico en la ciudad era terrible y salir a ello era como convertirse en amazona. En cambio justo como ahora disfrutaba de la ventaja de ir sentada en un taxi junto con sus pensamientos mientras se dirigía al club nocturno donde se suponía que estaba su hermano. Jareth estaba siendo infantil y estúpido. ¿Cómo se le ocurría meter a su hermano en un club nocturno para venderlo a la primera pareja que pasara por allí? Realmente si aquél era el tipo de cosas que se le ocurrían no tenía por qué soportarlo más. La zona por donde estaba el club nocturno no parecía ser de las mejores en cualquier caso había cogido su celular y las llaves de la casa por si tenía que volver a toda prisa a comunicarse con su padre. Es Jareth, pensó Sarah. No será la gran cosa. Iré por mi hermano y estaré en menos de dos horas en casa.

El taxi estacionó frente a lo que parecía ser un edificio de inquilinos. No, corrección. Era un edificio de inquilinos. Sarah parpadeó.

“Disculpe,” Acercándose a la ventanilla del taxista continuó con su tono más cordial posible: “Esto no es el club nocturno Underground. Ni siquiera creo que haya un club por aquí cerca. ¿Por qué paramos aquí?”

El taxista gruñó por toda respuesta.

“Underground le hace honor a su nombre señorita. Está en la zona más peligrosa de la ciudad. Me niego a llevarla hasta allá, nos matarán antes de poder poner un pie en el club. Si sale del taxi será bajo su propia responsabilidad. La matarán o la secuestrarán y venderán como prostituta. Y para ser sincero, no quiero tener ese cargo de consciencia. Hasta aquí llego yo.” Sarah lo miró sin saber si estaba horrorizada por la nueva información recibida o asustada por salir del taxi. Tenía dinero, sí, pero estaba segura que ni ofreciéndole todo lo que tenía el tipo le llevaría hasta allá. Mordiendo su labio pagó y se bajó con inseguridad. El taxista la miró: “¿Está segura de que quiere hacer eso? Todavía puedo llevarla a casa, es más, el viaje será gratis.”

Sarah suspiró audiblemente mientras miraba los callejones.

“Tengo que hacerlo.” Dijo con un tono que no dejaba duda. El taxista asintió y dando reversa a su auto giró y se marchó dejándola completamente sola en aquel lugar. Tan pronto puso un pie fuera de aquella calle comenzó a sentir ojos mirándola por todas partes con curiosidad y codicia. Sarah que afortunadamente no traía mucho de valor encima consigo se sintió en cualquier caso amenazada. De pronto, cuando ya llevaba un rato caminando, alguien la sujetó por el cabello sin previo aviso y cacheándola encontró la cartera de Sarah, la cogió, empujó a Sarah contra el asfalto con tal fuerza que su rodilla comenzó a sangrar profusamente. Quien quiera que fuera salió huyendo antes de que ella pudiera comenzar a gritar siquiera o ver el rostro de su atacante. Y en cualquier caso, pensó Sarah mucho más tarde, no hubiera servido de nada. Sintiéndose caer hacia adelante en la oscuridad balanceó los brazos frenéticamente y se las arregló para mantener el equilibrio.

Su boca se había quedado seca del miedo, se sentó. Así se sentía segura, incluso si esa seguridad era falsa. Pero no podía permitirse quedarse allí sentada mucho rato, cuando solo le quedaban veintitrés horas para llegar al club nocturno – Sarah estaba comenzando a contar ahora las horas que le llevaría atravesar aquel lugar y llegar al club nocturno, donde quiera que eso quedara. Porque las calles de aquel lugar no tenían la suficiente luz para ver las indicaciones. Y algunas de ellas hasta habían sido arrancadas despojándolas de su nombre. Para Sarah aquellos minutos se le estaban haciendo eternos, y dudaba que la luz del sol ayudara a mejorar la situación en la que se encontraba justo en aquellos momentos. Estaba todo tan negro que bien podría haber estado intentado encontrar su camino a través de un mar de tinta. Sintió las lágrimas florecer, pero parpadeó para contenerlas. Lo haría. No había límites en lo que ella podía hacer, con determinación – cosa que indudablemente tenía –, e ingenio – cosa que nunca le había faltado –, y tal vez un poco de suerte – cosa que se merecía, ¿no? –. Lo lograré, prometió, mientras estaba sentada sobre el asfalto sin tener ni idea de cómo dar un paso más. Dándose valor sonrió ante el hecho de que Jareth hubiera intentado mandarla justo a aquel lugar tan peligroso. Eso tenía que significar algo de algún modo. ¿Cierto?

Creyó que me asustaría tanto entre la oscuridad y los ladrones que me rendiría y olvidaría a Toby. ¿Cómo podría hacer eso? De cualquier modo, en veinticuatro horas podía ir y volver con tiempo de sobra. ¿Y qué pensarían su padre y su madrastra cuando volvieran? Probablemente llamaran a la policía. Bueno, no había nada que ella pudiera hacer al respecto. Sonrió débilmente. Cuando la imposibilidad de encontrar el camino a través de la oscuridad comenzó a abrumarla se puso en pie, apretando los puños y tensando la mandíbula, y se aclaró la garganta.

Miró hacia arriba con atención y al apartar la vista de la negrura de abajo fue consciente de un indicio de luz que manchaba el borde del cielo oscuro. Observó como la luz se hacía más y más brillante, cambiando de rojo a rosa y después a un azul pálido, aquello debía significar que el club nocturno estaba cerca si podía ver las luces cambiar de color. La primera cosa que pudo evaluar fue que las luces salían de al menos unas cinco cuadras más adelante. La extensión de espacio entre sí misma y el club nocturno no era tan grande. Puedo correr hasta allí en una hora si no me vuelve a asaltar alguien, consideró. Jareth estaba intentando embaucarme.

Lo conseguiría.

“Bueno,” Dijo. “allá vamos. Adelante, un pie delante del otro.”










La oscuridad parecía demasiado densa, pensó Sarah mientras caminaba hacia el club nocturno, cada vez más segura de lo que hacía. Sin embargo había algo en medio de todo aquello que le hacía recordar que sus problemas habían empezado mucho antes de estar en medio de aquellas calles solitarias y oscuras. Aunque la oscuridad, si no mal recordaba, había tenido algo que ver en todo aquello. Después de todo uno de los clásicos apagones de la ciudad durante el verano la había obligado a salir de aquel departamento para evitar el aburrimiento que se apoderaba de ella.

“De algún modo no fue mi intención acabar con su despensa aquella vez.” Pronunció de forma demasiado cuidada una voz masculina poniendo énfasis en cada palabra. Sarah volteó hacia la silueta masculina que recargada contra la pared al borde de las escaleras le hizo olvidarse de todo lo demás.

“¿Estás acosándome?” Se le ocurrió preguntar, un gruñido inundó el pasillo.

“¿Realmente, eso es lo que vas a decir?” La silueta del hombre se deslizó por la pared hasta tocar el suelo. Sarah se aproximó y el olor acre de un cigarrillo le llegó de golpe. “¿Quieres un poco?”

Sarah odiaba el cigarro pero no quería volver a su departamento y encerrarse, no cuando aquel hombre se había disculpado y le había hecho conversación. Y no quería rechazar aquello cuando la otra opción sería aburrirse hasta morir en su cama. Además tanto aquel hombre como su extraño acento le hechizaban. Cogiendo el cigarrillo que le ofrecía aspiró un poco y comenzó a toser. Entonces una pequeña risa salió de los labios del hombre.

“¿Primera vez?” Preguntó, y Sarah negó con la cabeza.

“Nunca me he acostumbrado.” Respondió acomodándose a su lado. Él asintió como si se viera venir la respuesta.

“Soy Jareth, por cierto.”

“Sarah.” Respondió esta.

“Lo sé. Te he visto ir y venir mientras me instalaba.” Le contestó sorprendiéndola. Sarah mordió su labio recordando el ruido y ajetreo que había ocasionado aquellas tres semanas mientras lo hacía, y ella al igual que Alice se habían quedado prendadas de su nuevo vecino. La cosa con Alice era que estaba visitando a sus padres en New Hampshire, lo que era la razón por la que estaba sola en las escaleras del edificio con un perfecto desconocido en medio de un apagón. Como Sarah no pensaba admitir que ella también había puesto especial empeño en observarle intentó salir por la tangente.

“¿Sabías que era yo?” Preguntó, luego carraspeó y reformuló su pregunta de tal modo que Jareth asintió al tiempo que le daba a su cigarrillo una nueva calada.

“El tercer día se me cayeron unas cajas, no me apetecía levantarlas en aquel momento y tenía sed. Así que regresé a mi departamento, cuando salí te vi y recordé quien eras. A propósito, me debes una disculpa.” Sarah lo miró interrogándole con la mirada, pero Jareth no pareció quitar esa sonrisita de superioridad que a duras penas se distinguía por la luz del exterior. Aún no acababa de oscurecer por completo. “No todos los días alguien te lanza al otro lado de un estacionamiento tu celular.”

Sarah enrojeció.

“¿Se rompió?” Preguntó.

“Sí. Tuve que comprar otro.” Refunfuñó él. Sarah sonrió.

“Bien. Estamos a mano.” Dijo cogiendo el cigarrillo de Jareth y dándole una segunda y última calada lo lanzó al suelo, pisándolo con su bota negra y evitando la mirada de él. Una pareja salió de las sombras sin notarlos siquiera mientras se besaban con pasión y desvestían, sonrojada, Sarah, se aclaró la garganta intentando hacerse notar, sin éxito. Jareth la imitó pero con otro propósito.

“Podemos ir a mi departamento.” Dijo y tomó su mano. Sarah frunció el ceño.

“Acabo de conocerte.” Espetó molesta. La pareja se separó ante la carcajada del hombre.

“Tengo hambre. ¿Tú no?” Preguntó mirándola con un brillo extraño en los ojos. Ignorandolos la pareja se dirigió hacia el otro lado del corredor, pero sus gemidos aún se escuchaban. Sarah tragó saliva indecisa.

“Bien. Pero si intentas algo raro…” Comenzó Sarah y antes de terminar ya estaba dentro. “¿Qué comeremos?”

“No pensaba quedarme sin luz pero…” Haciendo ademán de encender unas velas y sacando lámparas, iluminó todo el lugar. “hay pizza, hamburguesas, y…”

“Pizza está bien. ¿La hiciste tú?” Preguntó sorprendida al ver a Jareth sacarla del horno. Este negó con la cabeza y contestó incluso a las preguntas no hechas de Sarah. “Servicio. Se van temprano.”

“Tienes un departamento Jareth.” Dijo Sarah enarcando una ceja.

“¿Para qué molestarse si otros lo hacen?” Fue su corta y seca respuesta. “Está fría.”

Sarah asintió mientras comía con ganas, la pizza fría no era una molestia para ella en aquellos momentos. Cuando el silencio se instaló en la habitación Jareth se aproximó a un equipo antiguo de música que se hallaba en perfectas condiciones y no necesitaba electricidad para funcionar.

“Era de mi bisabuela.” Contestó antes de que Sarah formulara su pregunta. “¿Quieres algo en especial?”

Negando con la cabeza Sarah observó por primera vez con cautela el resto de la habitación, tapizada de discos y películas. Lo suyo podía definirse como melomanía. La música sonó a nivel ambiente, lo suficientemente alto para que se escuchara pero bajito para permitir una conversación sin tener que alzar la voz. Sarah se repantigo con gusto en el sofá de Jareth sintiéndose un poco culpable por el exceso de confianza que tenía con aquel hombre, pero dada la cena y el buen ambiente, la sensación de somnolencia no se hizo esperar.

“¿Tu género favorito?” Preguntó la aterciopelada voz de Jareth mientras ella lo escuchaba con los ojos cerrados. Era como si lo conociera desde siempre. Tenía que ser culpa de la música. O de la comida… sí, eso era.

“Casi de todo.” Admitió Sarah de mala gana, el sueño empezaba a inundarla. “Pero… jazz, supongo. Aunque suene trillado.”

“El jazz nunca será algo trillado. En especial si es buen jazz.” Asintió el hombre – o al menos eso le pareció a Sarah –, “Jazz clásico me refiero.” Prosiguió Jareth mientras ambos intercambiaban gustos musicales sin prestar demasiada atención a la música, absortos el uno con el otro. Para cuando se acabó ese tema comenzaron a hablar de películas. Y justo iban a tomar un aperitivo más, la luz volvió. Sarah viendo que aún faltaban un par de horas para que saliera el sol aprovechó para despedirse de él, aunque Jareth insistió en acompañarla a su puerta para invitarla a tomar un café al día siguiente. En aquellos momentos y exhausta como estaba Sarah no encontró modo de resistir la propuesta y terminó aceptando, se metió al departamento, se puso su pijama y con una sonrisa en sus labios se quedó dormida.

Meses más tarde él le terminaría reprochando haberlo dejado plantado al día siguiente en la cafetería.










Mientras se acercaba, un movimiento captó su atención, una mujer chillaba horrorizada mientras el hombre reía cubriéndola con su cuerpo. Vacilante se aproximó a la pareja, sin tener idea de qué haría cuando la alcanzara. No era que en verdad le apeteciera meterse donde no le llamaban, pero necesitaba indicaciones y ellos eran los únicos por allí.

“Perdone,” comenzó Sarah. El hombre que no parecía pasar del metro cuarenta casi saltó fuera de su piel. La mujer en cambio era mucho más alta, con sus cabellos casi plateados y los labios pintados de carmesí. Tenía el pecho al aire y estaba atada.

“Sigue adelante,” dijo el hombrecillo, incluso antes de levantar la mirada para ver quién era. Cuando se volvió, su cara resultó estar muy abajo así que la evaluó desde debajo de unas espesas y peludas cejas. “¡Vaya!” exclamó, pareciendo asombrado y enfadado al mismo tiempo. “¡Vaya!” Al parecer nunca antes había posado los ojos en una persona como Sarah. O quizás era que ninguna persona como Sarah le había cogido nunca desprevenido. “¡Vaya!”

Dijo de nuevo. Así nunca llegaremos a ninguna parte, pensó Sarah. Era un hombre de rasgos extraños a quien de pedir que le adivinaran su edad sería imposible. Sus cejas pobladas claramente pretendían ser feroces, pero las ligeras arrugas alrededor de sus ojos, ceño y labios no estaban a la altura de tal ferocidad. Su expresión era cauta ahora, no particularmente amigable, pero tampoco hostil. Parecía evitar su mirada y notó que cada vez que movía las manos, los ojos de él las seguían. En lo alto de la cabeza tenía una gorra de piel. Unos jeans con lo que Sarah consideraba cadenas de lo más horteras llenas de llaves colgaban de sus caderas, llevándolas como si de ornamentos tintineantes se tratase. Vio que su boca se movía para decir otra vez "¡Vaya!" y lo interrumpió rápidamente.

“Perdone, pero tengo que entrar al club. ¿Puede mostrarme la forma de entrar?”

La boca se quedó congelada en la formación de la V, parpadeó hacia ella una vez o dos. Entonces sus ojos se lanzaron a un lado. Girándose hacia la mujer masculló algo entre dientes y le pegó.

“Cincuenta y siete” dijo él con algo de satisfacción. Sarah estaba atónita y furiosa.

“Oh, ¿cómo has podido?” Él respondió con un gruñido. Sarah corrió hacia la mujer que yacía en el suelo, estremeciéndose y arrugándose. “¡Pobrecita!” exclamó. La ayudo gentilmente y se giró acusadora hacia el hombre que la había golpeado. “Monstruo.”

Sintió un dolor, como al estrellarse contra un muro. La mujer la había abofeteado.

“¡Oh!” Sarah dejó a la mujer, quien en cuestión se tambaleó y cayó al suelo mientras Sarah sobaba aun su mejilla. “Me ha pegado.” Murmuró sorprendida.

“Por supuesto” rió ahogadamente el hombrecillo. “¿Qué esperabas que hiciera?”

“Yo...” Sarah estaba frunciendo el ceño, perpleja. “No pegarme… para empezar. Creía que… bueno, me daría las gracias.”

“¡Ja!” Las cejas del hombrecillo se alzaron y rió con satisfacción al tiempo que la mujer bufaba y se marchaba. “Eso demuestra cuanto sabes, ¿verdad?” corrió hacia la mujer en cuestión y alcanzándola le pegó en el trasero mientras la otra reía encantada al recibir algo que Sarah no alcanzó a divisar en medio de la oscuridad nocturna. “Cincuenta y ocho” dijo él, y sacudió la cabeza con molestia al mirar a Sarah quien todavía estaba haciendo una mueca mientras se sobaba la mejilla.

“Ooh” se quejó, “duele. Eres horrible” le dijo.

“No, no lo soy.” Parecía sorprendido. “Soy Hodge. ¿Quién eres tú?”

“Sarah.”

Él asintió.

“Eso es lo que pensaba. Tienes un montón de opiniones. Y todas equivocadas. ¡Y tienes tierra por todo el trasero de los pantalones!” Rió. Divisando de nuevo a aquella mujer, la persiguió y para asegurarse de detenerla, le pisó un pie y lo giró aplastándoselo contra el suelo. La mujer chilló. “Cincuenta y nueve” dijo Hodge.

A pesar del dolor en su mejilla, miró sobre su hombro y vio que él tenía razón. Era de haberse sentado en el pavimento tras el asalto. Mientras se sacudía como podía, comprendió que el hombrecito se las estaba haciendo pagar por haberle cogido desprevenido.

Sarah estaba pensando, parecía conocerla. Así que debía tener algo que ver con Jareth, ¿no? Una especie de espía, tal vez. Bueno, quizás. Aunque no era precisamente su idea de un espía. Los espías no eran gruñones. ¿No?

Si todas sus opiniones estaban equivocadas, como él había dicho, entonces esta debía estar equivocada también. Pero en ese caso, pensó, suponiendo que fuera un espía, su trabajo sería persuadirme de que todas mis opiniones están equivocadas cuando en realidad todas son correctas. Y si todas eran correctas, no era un espía.

Pero eso significa que no tiene motivos para persuadirme de que estoy equivocada en todo, así que probablemente esté equivocada en eso también, así que...

“¡Oh!” exclamó exasperada. Era como uno de esos dibujos que había visto en un libro en su casa, donde el agua parecía estar fluyendo cuesta arriba y aunque nunca pudieras señalar el error, sabías que era una mentira. En cualquier caso no parecía que fuera una buena persona lastimando de esa forma a la mujer… que si bien lo pensaba parecía ganarse la vida en la calle. Sarah se estremeció ante aquella idea mientras Hodge sacaba un pote que parecía medicina y se la ofreció, con una especie de ceño centelleante en la cara.

Sarah lo miró molesta. El dolor aflojaba ahora. Sacudió la cabeza negando y tuvo que sonreír un poco por la cara divertida y marchita que puso él. No era tan buena evaluadora de carácter como Jareth, pero la expresión de Hodge, en respuesta al volverse a oscurecer le hizo pensar que había tomado una buena decisión al no tomar el pote que le ofrecía el hombrecillo. La miró desconfiado. Sarah podía estar segura también de otra cosa, no estaba acostumbrado a que le sonrieran.

Bueno, pensó, aquí no hay nada que hacer. Esté aquí para espiarme o no, es la única persona a la que puedo pedir ayuda. Así que lo intentó.

“¿Sabes dónde está Underground?”

Él arrugó la cara.

“Quizá.”

“Muy bien, ¿dónde está?”

En vez de replicar, él amagó a un lado, alzando una lata de spray que había cogido mientras caminaban y empezó a pintar una pared. Contando sesenta sin hacerle daño a nadie esta vez, frustrada Sarah intentó comprender su cuenta sin éxito, tras decidir que no era de su incumbencia se limitó a lo que podía solucionar. Y el tiempo para recuperar a Toby después de todo, seguía corriendo.

“He dicho, ¿dónde está?”

“¿Dónde está qué?”

“El club nocturno.”

“¿Qué club nocturno?”

“El club nocturno, Underground. Necesito entrar. ¿Puedes ayudarme?”

“¡Underground! ¡Entrar en Underground! Oh, esa sí que es buena” rió, no muy amablemente. Sarah tenía ganas de darle un puñetazo.

“Es inútil preguntarte nada.”

“No si haces las preguntas correctas.” Le estaba dedicando una mirada de reojo. “Estás tan verde como un pepino.”

“Bueno, ¿Dónde está Underground y como entro alllí?”

Hodge inhaló por la nariz, sus ojos chispeaban.

“¡Ah! Esa está mejor.”

Sarah revoleó los ojos, aquello parecía una película mala de esas que solían gustarle a Jareth mientras que a ella le daban dolor de cabeza, de pronto Sarah creyó oír música en el aire.

“Ahí tienes” asintió con la cabeza, señalando tras ella. “Tienes que hacer las preguntas correctas si quieres llegar a alguna parte.”

Sarah se dio la vuelta. Ahora, en el gran muro, vio una enorme verja grotescamente diseñada. La miró casi acusadoramente. Podría haber jurado que no estaba allí antes. ¿Habrían caminado mucho sin que se diera cuenta? ¿Cómo iba a regresar a casa? Sacudió su cabeza preocupada, realmente no sabía por dónde había empezado, pero antes de ponerse a llorar o hacer algo más decidió que ya se preocuparía por ello cuando llegara el momento.

“No hay ninguna puerta, ¿ves?” estaba explicando Hodge. “Todo lo que tienes que hacer ahora es encontrar la llave.”

Ella se volvió a mirarle y después observó a su alrededor. Vio al instante que no iba a ser un problema encontrar la llave. Cerca de aquella puerta había un hombre enorme y robusto paseando mientras custodiaba la verja. En su pecho, colgaba una enorme llave.

“Bueno” dijo, “ha sido bastante fácil.”

Se acercó al hombre y sonrió intentando empezar de algún modo conversación, pero tanto él como Hodge la miraron ceñudos. Al parecer no había muchas personas por aquí acostumbrados a que les sonrieran. Sarah se preguntó por enésima vez en aquella noche que clase de lugar era ese.

“Umm disculpe,” Empezó intentando no sobresaltar al gigante que tenía ante sus ojos. El guardia en cuestión alzó una ceja de forma interrogante. “¿Podría darme la llave? Me gustaría entrar en Underground y resulta que solo puedo si…”

Miró a Hodge.

“Supongo que es mucho esperar que me eches una mano.”

“Sí” dijo Hodge.

“Oh” masculló. “Esto es tan estúpido.”

El hombre de la puerta bufó viéndola sin pronunciar aún ni una sola palabra.

“Querrás decir que tú eres estúpida” la corrigió Hodge.

“Cállate, malvado renacuajo.”

“¡No me llames así!” Hodge estaba agitado. “No soy un renacuajo.”

“Sí, lo eres” dijo Sarah. Recordándose ansiosamente a sí misma mucho más pequeña, en la escuela, cantando mofas crueles a alguna niña atormentada, pero insistió. “Si, eres un... un... ¡Un feo, sucio y malvado renacuajo!”

Hodge estaba fuera de sí de rabia.

“No puedes llamarme así” dijo histéricamente, Sarah apretó los labios para no reír. “¡Tú! ¡Ja! ¡Eres tan estúpida, lo das todo por supuesto!”

“¡Renacuajo! ¡Renacuajo!”

“No lo soy. No lo soy. ¡Basta! ¡Basta!

“¡Asqueroso y espeluznante renacuajo!”

Hodge se recompuso y con algo de dignidad le dijo:

“Si no fueras tan descerebrada, probarías la verja.” Eso la detuvo en el acto. Pensó un momento, luego fue hasta la verja y le dio un pequeño empujón. Se abrió.

“Nadie dijo que estuviera cerrada.” observó Hodge.

“Muy astuto.” Espetó Sara, el guardia de la puerta bufó con diversión y Hodge farfulló:

“Te crees tan lista. ¿Sabes por qué? Porque no has aprendido nada.”

Sarah estaba mirando con atención más allá de la puerta y no le gustaba lo que veía.

Estaba oscuro y parecía amenazador. La música que zumbaba en el aire parecía más intensa. Había un olor a putrefacción.

Reunió su coraje y dio dos pasos dentro de aquel lúgubre lugar y entonces se detuvo. Un pasaje cruzaba la entrada. Era tan estrecho, y la pared tan alta que el techo no se vislumbraba en absoluto, no ayudaba que todo aquel lugar estuviera en penumbras, solo una luz ámbar iluminaba sin provenir de ningún lado en específico. Sarah comprendió que de amanecer afuera, dentro permanecería igual, lo cual le jugaba en desventaja al no tener reloj o celular ni forma de medir el tiempo. Las paredes retumbaban con alaridos de aquello que se hacía llamar música.

Se aproximó a la pared más alejada, la tocó y apartó la mano. Estaba húmeda y resbaladiza, como mohosa. Preguntándose que clase de club nocturno era ese se apartó con asco de la pared. A su espalda, la cabeza de Hodge se asomaba a través de la puerta.

“Acogedor, ¿verdad?” Sarah se estremeció. Los modales de Hodge se habían alterado. Estaba callado, casi era posible detectar un indicio de preocupación en su voz. “¿Realmente vas a entrar ahí?”

Sarah dudó.

“Yo... sí” dijo. “Sí, voy a hacerlo. ¿Hay... hay alguna razón por la que no debiera hacerlo?” Estaba apretando los puños. Lo que había dentro de la verja parecía un lugar horriblemente sombrío. Y la música no era mejor. Se escuchaban como almas desgarradas y la febril imaginación de la chica le hizo pensar que se escuchaban cánticos de demonios.

“Hay muchas razones por las que no deberías” replicó. “¿Hay alguna razón por la que deberías? ¿Alguna razón realmente buena?”

“Sí, la hay.” Hizo una pausa. “Así que supongo... que debo hacerlo.”

“De acuerdo,” dijo Hodge, con un tono de voz que implicaba, allá tú. “Ahora,” preguntó, “¿por qué camino irás? ¿Derecha o izquierda?”

Sarah miró a un lado y después al otro. No había razón para escoger uno u otro.

Ambos parecían igual de sombríos. Las paredes de ladrillo parecían extenderse hasta el infinito y la oscuridad permanecía en ellas. Se encogió de hombros, esperando alguna ayuda, pero demasiado orgullosa para pedirla.

“Ambos parecen iguales.” dijo.

“Bueno,” le dijo Hodge, “no vas a llegar muy lejos entonces, ¿no?”

“Vale” dijo ella malhumoradamente, “¿por cuál irías tú?”

“¿Yo?” Él rió sin alegría. “No iría por ninguno.”

“Menudo guía estás hecho.” Replicó Sarah.

“Yo nunca dije que fuera un guía, ¿verdad? Aunque ciertamente te vendría bien uno. Probablemente acabarás volviendo a donde empezaste, dado tu historial de aciertos.”

“¡Bueno,” le espetó Sarah, “si esa es toda la ayuda que me vas a prestar, bien podrías dejarme seguir en paz!”

“¿Sabes cuál es tu problema?” preguntó Hodge.

No hizo caso al consejo, sino que intentó aparentar determinación y ponerse en camino en una dirección u otra. Izquierda, derecha; pensaba, ese era el orden normal.

Así que en este lugar anormal, bien podría intentar con la derecha, ¿verdad?

“Te lo he dicho, das muchas cosas por supuestas” siguió Hodge. “Este lugar, por ejemplo. Incluso si logras encontrar lo que buscas, lo cual veo sumamente dudoso, nunca te dejarán salir.”

“Esa es tu opinión.” Sarah se movió a la derecha.

“Bueno, es una opinión mejor que cualquiera de las tuyas.”

“Gracias por nada, Hogwart.”

“¡Hodge!” Su voz llegó resonante desde la puerta, donde él se había quedado. “Y no digas que no te lo advertí.”

Tensando la mandíbula, avanzó a grandes pasos entre las paredes húmedas y horrendas decoradas con cráneos, velas y unos espectacularmente reales ojos – eléctricos suponía – que parecían moverse con el movimiento de las personas por todo el lugar, que con lo lleno que este estaba los ojos solo parecían más macabros y locos de lo que Sarah había previsto. Solo había recorrido unas pocas zancadas cuando, con un poderoso y reverberante ¡clang! la puerta se cerró tras ella. Se detuvo, y no pudo resistirse a volver la vista atrás, para ver si se abriría de nuevo. No lo hizo.



Hodge estaba afuera. Ahora el sonido de la música ensordeciendo sus oídos mientras buscaba a Jareth dentro del club nocturno la acompañaba. Su respiración se aceleró.




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Notas de Autor: Perdonen por la tardanza, se suponía que estaría listo ayer viernes, pero tuve compromisos ineludibles y una visita inesperada. Así que lo he posteado hoy temprano. Sí, acá son las 2AM y ando muerta de sueño. En cualquier caso espero que les guste el capitulo. Tengo que admitir que me ha costado más trabajo de lo usual hacerlo, en especial porque prefiero que sea apto para todo público, así que he censurado algunas partes con Hoggle (ahora Hodge) que de haberlas puesto tal cual hubiera tenido que cambiar la clasificación a adultos. Sin embargo para la persona que lee con cuidado aún queda algo de lo que era mi adaptación original. Perdonen de nuevo por la censura. Recuerden que pueden comentar si les ha gustado o no. Con cariño, Faith.

viernes, 1 de julio de 2016

Mental Maze - Capítulo 2


Sarah bajó las escaleras apresurándose al saltar de dos en dos los peldaños, tocaban el timbre.


"¡Ya voy!" Gimió Sarah, deseando llegar a tiempo, o haber tenido algo del mismo para limpiar sus lágrimas, calmar su fastidio y fingir que no había pasado nada con Toby. Afuera, la tormenta rabiaba. Las nubes burbujeaban y la lluvia azotaba las hojas de los árboles. Sarah no le había dicho a nadie de que Jareth y ella salían, porque vamos, él era el típico chico malo que se metía en problemas y la metía en problemas. Iba después de todo a la misma terapeuta que ella, lo que lo tachaba de la lista de su madrastra. En definitiva no les gustaría ni a sus padres, ni a su madrastra. No es que a Sarah le importara mucho lo que ellos opinaran. Pero de saberlo no la dejarían volver a verlo. Ni mucho menos la dejarían a solas con Toby. Porque aunque a Sarah no le gustara cuidar de Toby, hasta ella tenía que admitir que las cosas podían ponerse realmente interesantes cuando los tres estaban en una misma habitación.

Sarah le había conocido porque era su vecino tanto en la ciudad como junto a la casa de sus padres. En un principio le había gustado bastante, y habían intercambiado hasta números telefónicos, WhatsApp y todo lo que las redes sociales les permitían hacer, entonces se había dado cuenta de que era vecino suyo en dos lados, y eso había sido raro. Demasiado raro. Se había alejado de él un par de semanas debido a ello. No fue hasta que su madrastra sugirió a su padre que para que Sarah se independizara tenía que tomar citas con un terapeuta que se encontró con Jareth, quien iba al mismo terapeuta que ella. La psicóloga en cuestión había sido mujer, sí. Se llamaba Gemma. Y estaba casada con un tipo guapísimo y súper sexy llamado Blake. Vivía una vida de rica que Sarah en cuestión envidiaba. Abriendo la puerta Sarah se encontró cara a cara con Jareth, no estaba ni ligeramente empapado por la lluvia, y seguía tan perfecto como siempre lo había estado, con su chaqueta de cuero negra en jeans y camiseta negra como cualquier chico malo. Aquellos ojos azules raros e hipnóticos, enmarcados por pestañas y cejas rubias perfectamente definidas la miraron de reojo, y con su cabello desaliñado volteó a ver a Sarah. Los relámpagos que trazaban venas en el cielo iluminaron su rostro durante una fracción de segundo. No estaba sonriendo, ni su expresión era la de alguien molesto como podría estarlo alguien que ha tenido que esperar lo suficiente bajo la tormenta. Sus ojos estaban fijos en los de Sarah con una intensidad que ella encontraba intimidante. Dio un paso hacia ella, a la luz que brillaba desde la puerta, Sarah no retrocedió. Si sus ojos no tuvieran la costumbre de hipnotizarla la cadena dorada que colgaba de su cuello lo hubiera hecho. Calzaba botas de motociclista y en sus manos, guantes negros. En una de ellas llevaba un curioso anillo con forma de cola de pez, esto si bien no se veía, Sarah sabía de aquel detalle por una conversación que habían tenido, meses atrás. El corazón de la chica comenzó a latir con fuerza y se hizo a un lado para dejarle pasar sin mediar ni una sola palabra.

"Has tardado." Dijo Sarah sin poder evitar que su voz estuviera cargada con un tono de reproche. Jareth sonrió de esa forma característica suya que hacía que su corazón se agitara sin saber nunca si era debido a la crueldad que había en ella o la seducción velada que siempre estaba presente en su rostro para con ella.

"¿No lo sabes? Esta hecho." La voz del hombre era tranquila, casi amable. Sarah lo miro perpleja sin entender.

"Yo..." respondió Sarah. "Yo..."

Jareth sonrió ante su vacilación. Era indudablemente guapo, pero algo en su mirada ahora era diferente, como si supiera algo que ella no, y con sorpresa Sarah descubrió que no le gustaba eso. Un mal presentimiento comenzó a asentarse en su estómago. No había esperado eso. Cuando habló, su voz fue un susurro.

"No entiendo. Espera aquí, Toby esta... ha estado llorando todo el rato." Sarah intento reponerse de aquella sensación sin éxito mientras cerraba la puerta tras el chico y subía las escaleras de a dos.

Una vez en el rellano la sensación antinatural volvió a ella, esta vez con más fuerza y no pudo ignorarlo. Aguzó su oído para escuchar algo. Pero todo lo que escuchaba era el silencio antinatural de la habitación. Toby había dejado de llorar, tan repentinamente que la asustó. Abrió con cuidado la puerta y miro dentro de la habitación del niño. La luz de la mesilla estaba apagada.

"¿Toby?" Llamó. Él no respondió. Accionó el interruptor de la luz junto a la puerta. No ocurrió nada. Lo apretó varias veces sin ningún efecto. Una tabla crujió y un escalofrío la recorrió.

"¿Toby? ¿Estás bien? ¿Por qué no lloras?" Entró nerviosamente en la habitación silenciosa. La luz del rellano, que llegaba a través de la puerta, lanzaba formas extrañas contra las paredes y la alfombra. En un momento de calma entre dos truenos, creyó haber oído un zumbido en el aire. No podía detectar ningún movimiento en la cuna. Por alguna razón tener a Jareth abajo no parecía aportarle demasiada tranquilidad.

"Toby." Susurró con ansiedad, y se acercó a la cuna conteniendo el aliento. Sus manos estaban temblando como hojas de álamo. Extendió la mano para tirar hacia atrás de la sábana. Retrocedió sobresaltada. La sábana se convulsionaba. Formas raras empujaban y se revolvían bajo ella. Creyó vislumbrar cosas asomando por el borde de la sábana, cosas que no eran ninguna parte de Toby.

Sintió el corazón palpitar, y se cubrió la boca con una mano, para evitar gritar. Entonces la sábana se quedó inmóvil otra vez. Nada se movía. No podía darse la vuelta y huir dejándole ahí. Tenía que saber. Fuera cual fuera el horror que encontrara, tenía que saber. Impulsivamente, extendió la mano y tiró de la sábana.

La cuna estaba vacía. En su lugar uno de los muñecos móviles de Toby ocupaba el lugar. Durante un momento o una hora, nunca supo cuando tiempo pasó, se quedó mirando la cuna vacía. Ni siquiera estaba asustada. Su mente se había quedado en blanco.

Y entonces se asustó por un golpeteo suave y rápido en la puerta, justo detrás de ella. Sus manos se cerraron con fuerza, las uñas se le clavaron en la piel.

Jareth había subido. Su pelo lucía blanco contra la luz del rellano que jugaba de forma macabra con las sombras en su rostro. Y sus ojos justo en aquel momento, ocultos bajo la oscuridad, luciendo como dos botones de muñeca aterradores, redondos y profundos la observaban. Una serie de relámpagos que parecían continuos iluminaban la habitación haciendo la escena similar a una película de terror.

Tras ella, uno de los hombres alzó brevemente la cabeza para visualizar la escena, y la agachó de nuevo justo para después descolgarse del balcón. Otro hizo lo mismo. Ella no les vio. Sus ojos estaban fijos en los de Jareth. Por alguna razón su voz no salía, y su mente comenzó a pensar con rapidez. Tenían que avisar a la policía. Y sus padres la matarían. Solo si se enteraban, claro. Tenía que recuperar a Toby. El relámpago crujió y brilló intermitentemente de nuevo, y esta vez distrajo su atención de la ventana iluminando el reloj que había sobre la repisa de la chimenea.

Vio que sus manecillas apuntaban a las doce en punto.

Entonces Jareth alzó su brazo izquierdo e hizo un largo gesto con su mano. Sarah miró alrededor, pensando que él estaba llamando desde su celular por ayuda. Cuando volvió a mirarle de frente, un brillante cristal había aparecido en su mano.

"Te he traído un regalo, Sarah." Dijo, ofreciéndoselo. Ella hizo una pausa. No podía confiar en él.

"¿Qué es?" Miró distraídamente al reloj y solo entonces sintió la presencia de dos hombres salir detrás de las cortinas. Quiso gritar, pero no pudo. Uno de ellos golpeó la parte de atrás de sus piernas, tumbándola sobre el suelo antes de que ella pudiera si quiera coger la escoba que había en la habitación para defenderse. Mucho antes de que ella notara que existía una escoba con la que podía hacerlo. Entonces por primera vez en su vida Sarah sintió lo que era el terror real. No era nada de aquellas tonterías que toda su vida había deseado sobre aventura y sobre algo grandioso que le pasara a ella. Tendría suerte si salía ilesa. Miró a Jareth con confusión y luego intentó enfocar su mirada en sus atacantes. Los labios de Sarah se abrieron, pero no emitió ningún sonido.

Tras ella, Jareth rió disimuladamente. Aún en el suelo se giró y vio cómo Jareth recogía algunas pertenencias de Toby con total calma y las ponía sobre un saco. Las sombras corrían por las paredes. Los dos hombres a su lado la sujetaron con fuerza. Con la boca abierta, las manos cerradas en puños, vio a los hombres sonreírse entre sí.

"Jareth..." Intentó la chica buscando un modo de hacer que la soltaran, tal vez entonces podría coger la escoba. "¿Cuál era el regalo que me dijiste que habías traído?"

Vale, debía haber preguntado muchas otras cosas, cosas como por qué hacían eso, el que estaba haciendo, el que harían con ella, las razones que Jareth tenía para hacerle eso. Y más. Quería hacerlo, pero estaba sola, desarmada y no era tan estúpida como para creer que podía soltarse del agarre de aquellos dos gigantes que la tenían sujeta. Tampoco serviría pedirle explicaciones a Jareth, conociéndolo, se reiría en su cara y le soltaría algo imposible de descifrar.

El viento tormentoso elevó su tono. El relámpago iluminó la habitación como si fuera de día, y las caras aterradoras de repente se desvanecieron dentro de los armarios, cajones o bajo las grietas del suelo. Cuando el trueno resonó y el viento sacudió las cortinas, una ráfaga de aire abrió la ventana. Sarah se cubrió la cara con las manos, y gritó, y volvió a gritar. Jareth se acercó a ella divertido. De pronto estaba petrificada ante la idea de que él la tocara. Pensó que se moriría si lo hacía.

Sintió el viento soplar alrededor de su cabello, pero Jareth se había retirado. Espió entre los dedos, para ver donde estaba el hombre. El prolongado chisporroteo de un relámpago lanzó una sombra gigante sobre la pared que daba a la ventana. Era la sombra de una figura humana. Otro hombre. Sarah palideció y como pudo mientras estaba sujeta a las manos de aquellos tipos se dio la vuelta. La silueta recortada contra el cielo tormentoso era la de un hombre. No vio más allá de eso.

"Sobre tu pregunta, Sarah." La voz de Jareth salió desde una esquina oscura mientras le pasaba el saco al cuarto hombre. "Es un cristal, nada más. Me lo obsequió una señora que se hacía llamar bruja en New Orleans. Según ella si miras en su interior... te mostrará tus sueños. Supuse que te gustaría."

Los labios de Sarah se entreabrieron involuntariamente. Con una sonrisa burlona, Jareth observó su cara, mientras giraba el reluciente cristal entre sus dedos. La mano de ella comenzó a extenderse hacia él. Jareth sonrió un poco más, y retiró el cristal.

"Pero este no es un regalo para una chica ordinaria, que se preocupa por un bebé gritón." Su voz era más callada ahora, y más ronca. "¿Lo quieres, Sarah? Entonces olvida al niño." dijo Jareth firmemente. Lo extendió hacia ella de nuevo. Esta vez las manos de Sarah permanecieron a sus costados, y no respondió. Sus ojos estaban fijos en la danza, en los destellos del cristal. Entonces Sarah comprendió lo que Jareth estaba haciendo y sonrió.

"Lindo Jareth, casi caigo." Dijo con renovada confianza mientras se quitaba las manos de los gandules que la tenían sujeta. Era tan solo otro de sus juegos, después de todo. Uno que involucraba su libro favorito, y si no se equivocaba debía haber escondido a su hermano en alguna parte y quería que lo encontrara. Vale, podía jugar aquello. Jareth parpadeó sorprendido por unos instantes y luego se recobró con una burlona sonrisa. El regalo era realmente seductor, y también lo era la idea de que alguien la entendiera. Alguien como él, que se preocupara por los lugares secretos de su imaginación y supiera lo infinitamente preciados que eran para ella, más que cualquier otra cosa. A cambio, tendría que renunciar a su responsabilidad para con un niño afrentosamente malcriado, que hacía interminables demandas y nunca mostraba el más mínimo signo de gratitud; que era, después de todo, solo su medio hermano. El cristal giraba, reluciendo.

"Déjenla." Dijo Jareth sacudiendo su cabeza con fastidio. "Se dará cuenta tarde o temprano."

Sarah parpadeó perpleja, lo último que esperaba era esto.

"¿Jareth?" Preguntó odiando lo ansiosa que sonaba su voz. Él se volvió y la encaró:

"Te he salvado. He hecho lo que deseabas. Lo que me pedías, te he liberado de las ataduras que te afligían y asustaban. Ahora eres libre, Sarah. Puedes coger mi regalo, empacar y venir conmigo. Nadie jamás nos seguirá. Ni sabrá que habrá ocurrido con nosotros, nunca."

"¿Lo que te pedía?" Sarah tembló. "¿Qué has hecho Jareth?"

Jareth sonrió de un modo inocente, tanto como un bebé. No le quedaba esa sonrisa y Sarah parpadeó, esta vez dándose cuenta de que aquello ya no era un juego.

"Jareth..." pronunció con cuidado. "¿Qué has hecho?"

"Todo lo que deseabas. Jamás tener que preocuparte por tu hermano, por volver a casa con tu horrible madrastra, ni sonreír con tu padre cuando estás tan molesta por que se separó de tu madre. O lo molesta que estás con tu madre por dejarte con tu padre en vez de que te llevara con ella y su novio para disfrutar de las ventajas de su mundo. Te he hecho libre. Todos ellos están ocupados esta noche, nadie notará que nos vamos. Podemos ir a Australia, empezarás con tu carrera allí. O quizás a Inglaterra. Los mejores actores salieron de buenos lugares como sus teatros. Tal vez a Los Ángeles, o a la ciudad. La ciudad es preferible a los suburbios para los que quieren tener una carrera en Brodway. Aunque sugiero que sea lo más lejos posible de momento." Jareth cruzó las manos sobre el extremo la cuna con delicadeza. "Eres libre. Tu hermano jamás volverá a ser una molestia para ti."

Sarah tembló. Tenía que ser un juego. ¿Era un juego verdad?

"No quiero ser libre." Respondió. Luego se corrigió. "Quiero decir, si, pero... Quiero recuperar a mi hermanito. Por favor." Le dirigió una pequeña sonrisa. "Si no te importa."

Jareth se encogió de hombros. "Lo dicho, dicho está."

"Pero no lo dije en serio." Replicó Sarah rápidamente.

"¿Ah, no?" Una de sus cejas se elevó con elegancia.

"Oh, por favor. ¿Dónde está?" Jareth rió ahogadamente.

"Sabes muy bien donde está. Lo planeamos hace meses, Sarah." Sarah parpadeó, pero no conseguía recordar aquello que Jareth parecía querer que recordara. Su mente se había trabado de algún modo extraño.

"Por favor, tráelo de vuelta, por favor." Se oyó a sí misma hablar con una vocecilla. "¡Por favor!"

"Sarah..." Jareth frunció el ceño, y sacudió la cabeza. Su expresión era toda preocupación por ella. "Ven conmigo. Acepta mi regalo, Sarah. Trae tus libros. Viaja conmigo. Sé libre. Esa es tu auténtica vida. Olvídate del niño."

Mientras Sarah dudaba, otro trueno y relámpago iluminaron el cielo tras Jareth. El corazón se le rompía, pero sacudió su cabeza.

"No. No puedo." Dijo ella y durante un momento, se evaluaron el uno al otro, adversarios intentando medirse al comienzo de una larga empresa. El trueno retumbó. Sarah consiguió cerrar los ojos. Desde detrás de los párpados cerrados, oyó una voz respondiendo. Era su propia voz, pero parecía ser un recuerdo. "Yo... no puedo. No es que no aprecie lo que estás intentando hacer por mí.... pero quiero de vuelta a mi hermanito. Debe estar muy asustado..."

Abrió los ojos.

Jareth resopló, echándose hacia atrás un mechón de aquella melena rubia. Había perdido la paciencia. Con un ademán de su mano, colocó el cristal sobre una de las mesitas de la habitación. Con otro ademán, extrajo una pistola y la sostuvo con un brazo estirado ante él, de forma que quedara junto a la cara de Sarah.

"No me desafíes." la advirtió, la voz de Jareth sonaba impaciente. Sarah chilló, y se alejó de un salto. "No eres rival para mí, Sarah. Olvida al niño. Coge mi regalo. No te lo ofreceré de nuevo."

Los hombres se recorrieron hacia la salida y Sarah los siguió sin pensar. Una vez en la sala uno de ellos, el que tenía el saco con las cosas de Toby, salió llevándose consigo uno de los paraguas que estaban junto a la puerta. Jareth se volvió hacia ella esperando por su respuesta.

"No." Hizo una pausa. "Gracias de todos modos, pero no puedo hacer lo que deseas. ¿No lo ves? Debo recuperar a mi hermano."

"Nunca le encontrarás." Sonrió él divertido.

"Ah" dijo Sarah, y tomó un profundo aliento. "Entonces... hay un lugar en el que buscar."

Durante un momento, la cara de Jareth se sobresaltó. Sarah lo vio, el más ligero rastro de un temor fugaz atravesó sus ojos. ¿Era posible? Las fosas nasales se apretaron, se aferró a su pistola, y pareció dudar ligeramente antes de responderle. No podía creérselo del todo, pero sospechaba que tenía miedo de ella, aunque solo fuera momentáneamente, era alentador.

"Sí." dijo él finalmente. "Hay un lugar."

Y ahora, con un gesto realmente afectado sacado de un vodevil, giró la mano y sacó unos papeles, tendiéndoselos. Aquello parecía propaganda barata de un club nocturno y a juzgar por la dirección no parecía ser un lugar muy seguro. Pensó ella. Pasó junto a él mientras miraba el papel con preocupación. Detrás de su hombro, Jareth murmuró.

"¿Todavía quieres ir a buscarlo?"

"Sí." Tragó saliva. "¿Lo has llevado aquí?"

Jareth no respondió esta vez, y Sarah se dio la vuelta. Todavía estaba allí, observándola intensamente, pero en algún momento habían llegado al porche, los hombres de él habían desaparecido entre la lluvia minutos atrás. Sarah no podía recordar cuando pero tampoco era que importara. Estaban cara a cara sobre las tablas de madera entre el viento y la lluvia. Entre ellos y la entrada del jardín había una amplia distancia ocupada por los muebles del jardín donde ella solía leer libros junto a un buen vaso de limonada en los días calurosos antes de conocer a Jareth. El mismo lugar donde tantas veces habían platicado y reído con las ideas de ambos, donde habían compartido tantos secretos. Donde se había enamorado de él y él la había besado por primera vez. Entre ambos y más allá solo había oscuridad. Se giró de nuevo. El viento le sopló el cabello sobre la cara. Echándoselo hacia atrás, dio un tímido paso hacia el jardín.

La voz de Jareth llegó desde su espalda.

"Olvídate de él, Sarah. Ven conmigo, antes de que sea demasiado tarde."

"No puedo. Oh, no puedo. ¿No lo entiendes?" Sacudió la cabeza lentamente, mirando hacia el lejano castillo, y para sí misma, quedamente, repitió. "No puedo."

"Qué pena." La voz de Jareth era baja, y gentil, como si realmente lo dijera en serio. Sarah miraba el papel con impotencia mientras las lágrimas comenzaban a aparecer en sus ojos. Con una mano discretamente las limpió. Parecía estar lejos, pero no a una distancia imposible de recorrer. Dependiendo de por dónde fuera podía llegar fácilmente.

"No parece estar tan lejos." dijo, y oyó en su propia voz el esfuerzo que estaba haciendo para sonar valiente. Jareth estaba junto a su codo ahora. La miraba, con una sonrisa helada.

"Está más lejos de lo que piensas." Y como si no fuera suficiente añadió. "Y el tiempo es corto."

Sarah vio que Jareth se había traído consigo el reloj antiguo de madera que había en la repisa de la chimenea. Marcaba las doce, como había hecho el reloj del cuarto de Toby.

"Tienes veinticuatro horas para resolver el problema " le dijo Jareth, "antes de que tu hermano sea adoptado por una pareja que se lo llevará al otro lado del mundo y desaparezca para siempre. Si eso ocurre, Sarah, te llevaré conmigo quieras o no. Y no podrás volver a ver a tu familia nunca más."

"¿Por qué?" Murmuró sin comprender.

"Eres cómplice de esto Sarah, aunque no quieras. Tú eres la mente maestra como dirían los policías. Y existe un montón de evidencia en tu contra. Me he asegurado de ello. Pero no te preocupes, no te dejaré aquí para afrontar los cargos."

"Jareth..."

"Piénsalo Sarah... ¿No es lo que querías? Tu libertad. Tus sueños." Musitó Jareth. "No te equivoques, puedo ser cruel. Pero no pienso contribuir a encerrarte en tu jaula de oro con ese niño malcriado. Si ganas seguirás encarcelada, y yo me iré de tu vida. Para siempre."

"¿Nosotros planeamos esto?" Preguntó Sarah aún más perpleja si eso era posible. Jareth asintió y se aproximó a ella y sujetándola con fuerza mordió su oreja con violencia, bajando hacia su cuello y dejando en este una pequeña mordida.

"Si pierdes, serás mía." Jareth gruñó.

Sarah estaba de pie todavía, con el cabello azotado por el viento, mirando hacia el jardín. Después de un rato, dijo:

"Dime por dónde empezar."

Esperó una respuesta, y finalmente le oyó decir:

"Una pena."

"¿Qué?" Se dio la vuelta para mirarle, pero él ya no estaba allí. Se había ido y la había dejado sola en medio de la noche, entre sus pensamientos, debates y deseos, sobre el ventoso porche.

Miró otra vez el papel. La tormenta estaba pasando. Las sombras de las nubes atravesaban la luna. Creyó vislumbrar la figura de un búho, bien alto, con las alas extendidas en el aire, mientras volaba firmemente alejándose de ella.

viernes, 24 de junio de 2016

Mental Maze - Capítulo 1



Nadie vio al hombre. Escondido entre los árboles, espiando a la chica cuyo único afán era repetir en voz alta los versos de un pequeño libro rojo titulado Laberinto. En realidad el hombre no tenía por qué ocultarse, la chica lo hubiera recibido muy feliz de contar con su presencia. Pues era una de las pocas personas en quién podía confiar y con quien podía hablar. Jareth era el chico nuevo en una comunidad donde nunca pasaba nada interesante. Sarah había quedado prendada de él en cuanto lo vio. Era demasiado sofisticado, tenía buen gusto y solo era unos años mayor que ella. Así que cuando él se percató de su existencia ella no lo cuestionó dos veces e hizo lo propio. Ojalá lo hubiera hecho. Pero si lo hubiera hecho, no habría historia. En cualquier caso, la chica, que respondía al nombre de Sarah, no se percató de su existencia en el parque. Si lo hizo Merlín, a quién no le gustaba demasiado aquél extraño, pues sospechaba en el fondo que traería problemas a su dueña. Sin embargo un ladrido no la alertó del problema. Y un segundo ladrido solo la hizo ponerse a correr, Merlín estaba casi seguro que esta vez le había hecho caso. Sin embargo para Sarah lo importante y lo injusto de aquella situación era que sabía, sería regañada por llegar tarde. Como si aquello no fuera poco estaba empapada hasta a los huesos.

Su madrastra estaba furiosa. Ella también, y la odiaba. La odiaba por muchas razones. Pero por sobre todas las cosas Sarah extrañaba a su mamá. Al menos con ella las cosas se gritaban, horribles verdades y luego acababan hablando tranquilamente o doblándose de risa en el suelo.

"No sabes cuales son mis planes, nunca me los preguntas." Dijo y luego pensó: y aunque los tuviera no te los diría. Sarah sonrió, porque en efecto, no le iba a decir que un chico guapo y encantador como Jareth iba a quedarse en su casa aquel fin de semana. Cada vez que Jareth estaba con ella y su hermano ocurrían cosas raras, cosas que solo les ocurrían porque Jareth pensaba en ello.

"Estábamos preocupados por ti." Añadió su papá.

"No hago nada bien. ¿Crees que puedo?" Gruñó Sarah al pasar por su lado.

"Sarah, ¿Podemos hablar?" Preguntó su padre poco después de que ella hubiera subido a su habitación, que a pesar de todo se mantenía intacta, Sarah hubiera jurado que su madrastra la hubiera desalojado en el momento en que pisó la universidad, pero no había sido así, sospechosamente, no había sido así. Enojada porque probablemente aquella señora lo había mandado a ver que le pasaba y no porque su padre realmente estuviera preocupado por ella, bufó:


"¡No hay nada de qué hablar! Dense prisa, llegarán tarde." Se apresuró a decir Sarah molesta. Menos mal que a ella se le había ocurrido decirle a Jareth que llegara como a las ocho. Una o dos horas después de que su padre y aquella señora se fueran.

"Escucha, acabamos de dar de dar comer a Toby y lo acostamos. Tenemos que irnos pero regresamos el domingo en la mañana. A eso de las doce..." Su voz se oía insegura. Sarah se removió nerviosa. No era esa la primera vez que se quedaba a cargo de Toby, algo que le parecía tremendamente injusto, porque para empezar no era su hijo, ni era su hermano. Era su medio hermano, claro que cuando era más joven y lo preguntó nadie supo explicarle de quien era la otra mitad. Pero en sus palabras, o al menos en sus pensamientos, aquella otra mitad no tenía nada que ver con ella. De todos modos se había guardado sus comentarios, incluidos aquellos que tenía cuando Jareth le preguntaba – casi con burla – sobre su hermano. En cualquier caso, esa sería la primera vez que estaría con Toby tanto tiempo. En parte porque había crecido, como cualquier chica, había comenzado a ir a la universidad y, por tanto se había mudado a un piso con su amiga Alice al centro de la ciudad, por lo que había dejado de cuidar a Toby tan a menudo como lo hacía antes, aquello suponía un alivio, por supuesto, pero había seguido visitando los alrededores, no tanto por su familia sino como lo hacía por Jareth – quien le llevaba al menos unos seis años –. De cualquier modo hacía dos semanas que le habían hablado para que fuera a ocuparse de Toby. Y ella había aceptado, no tan gustosa, porque no serían las doce de la noche como cualquier otro día. Ni siquiera como aquella vez que casi habían atrapado a Jareth mientras bajaba por su ventana. No. Esta vez, su padre y ella habían quedado tan satisfechos con ella que habían decidido ponerse de acuerdo y confiarle a Toby toda la noche del viernes, el sábado. Y parte del domingo, que sería cuando regresarían. La despensa estaba surtida, por supuesto. Su habitación se había mantenido tal cual a petición de ella, y de su padre. Y por supuesto, su madre también había salido en su defensa cuando Sarah había decidido irse a vivir con Alice. En cualquier caso, como siempre, Lancelot había sido tomado sin su permiso. Miró el reloj fastidiada. De todos modos ya iba a ser hora de despertar a Toby. Y es que si Toby se limitara a dormir, sería un ángel, pero entonces – y aunque se le haría soportable la compañía de Toby –Jareth no estaría haciendo cosas magníficas. Igual, nunca había sido malo cuidando de Toby, solo se le daba mejor a él que a ella.

"Que alguien me ayude y me saque de este horrible lugar." Gritó Sarah cuando Toby se había negado a dejar de llorar durante quince minutos. Jareth estaba retrasado. Lo cual no era una buena señal. Él siempre llegaba puntual.

Vale, quizás ella no fuera como Jareth pero ella también sabía contar muy buenas historias e inventarse excelentes escenarios. Después de todo entre los dos compartían ciertas pasiones que los habían unido pese a su diferencia de edades. Los libros eran la primera, desde leer y escribir, pasando por narrarlas – Sarah estaba segura que no había oído voz más seductora que la de Jareth en toda su vida, pero no era algo que ella le hubiera dicho nunca. –, montarse escenas que adoraban representar, lo que los llevaba a la tercera afinidad que tenían en común. El teatro. Y con ello también la música.

"¿Quieres oír un cuento?" Pregunto Sarah, el niño balbuceó, Toby había crecido bastante y aun así, no lo suficiente para gusto de Sarah, el cual continuaba con sus pataletas pese a tener tres, casi cuatro años. Su llanto cesó un momento mientras abría sus hermosos ojos azules prestando atención a las palabras de su hermana, quien recitó la única obra que pudo ocurrírsele en aquel momento. Y de la única que parecía acordarse cada vez que veía a Toby:

"Érase una vez una chica joven y hermosa cuya madrastra la obligaba siempre a quedarse en casa cuidando al bebé. El bebé era un niño consentido y lo quería tener todo. Y la joven era prácticamente una esclava. Pero lo que nadie sabía era que el rey de los goblins se había enamorado de ella y le había otorgado ciertos poderes." Vale, lo había sacado de su libro. Casi todo. Solo una parte. Bueno, todo. O nada. Le daba igual, Toby había dejado de llorar un momento y eso era lo importante. Su llanto la exasperaba.

¿Qué estaría retrasando tanto a Jareth? Toby volvió a gimotear y ella parpadeó intentando concentrarse en la historia que tenía delante. "así que una noche cuando el bebé había sido especialmente cruel con ella. Acudió a los goblins para pedir ayuda."

Llegados a este punto Sarah y Toby estaban completamente envueltos en la historia. Que no notaron las sombras que los envolvían a su alrededor. Afuera, la tormenta descargaba relámpagos y truenos provocando que las ventanas tuvieran un halo plateado, sacudiendo las ventanas con estrépito.

"Escuchen." Dijo un joven que no parecía tener más de veinticinco años. A su lado había seis hombres más de edades similares y complexiones distintas. Ocultos tras las cortinas y sombras de aquella habitación. Ni Sarah ni Toby se percataron de su presencia.

"Una noche" Continuó Sarah, "cuando el bebé había sido particularmente malvado, la chica llamó a los goblins para que la ayudaran. Y ellos le dijeron: Di las palabras mágicas, y nos llevaremos al bebé a la Ciudad de los Goblins, y serás libre. Esas fueron sus palabras."

Toby parpadeó somnoliento, con solo un ligero balbuceo, medio atento a la historia, medio dormido. Sarah sonrió, aquello parecía fácil después de todo. Mantener a su audiencia bajo su hechizo. Lancelot estaba en sus manos.

"Pero la chica sabía," siguió. "que el rey de los goblins mantendría al bebé en su castillo para siempre jamás y lo convertiría en un goblin. Así que sufrió en silencio. Durante casi todo un largo mes, hasta que una noche, cansada, y tras un día de agotadoras tareas domésticas, dolida más allá de toda medida por las ásperas e ingratas palabras de su madrastra, no pudo soportarlo más. "

Sarah se había inclinado tan cerca de Toby que tenía que susurrar ahora. De pronto el niño se dio la vuelta y la miró a los ojos a solo un par de pulgadas de distancia. Y tras un momento de silencio, Toby abrió la boca y empezó a aullar de nuevo, esta vez con más fuerza y desde luego más insistencia. A su lado Sarah gimió disgustada. Un trueno resonó y Merlín volvió al ataque con sus ladridos. Ladridos que Sarah intentaba acallar en su cabeza. Si por ella hubiera sido, el pobre Merlín hubiera sido metido a la casa y no al garaje como su madrastra había querido. Pero claro, la muy afectada quería todo impecable, no entendía que ella se hubiera ocupado de aquellos desastres que Merlín hubiera podido provocar. Por otro lado, Merlín en sí, era un buen perro. Sabía comportarse. Sarah miró con molestia a Toby decidiendo que no había forma de evitarlo, solo entonces cogió al niño en brazos y se paseó con él por la habitación, meciéndole, junto con Lancelot. La luz de la mesilla lanzaba sus sombras contra la pared, enormes y oscilantes.

"Venga ya Toby. Duérmete. Vamos. Ya." Suplicó Sarah, deseando en el fondo no haberlo despertado ni siquiera por Jareth. El cual, no había hecho aún acto de presencia. "Duérmete niño, y todo ese rollo. Venga Toby, duérmete ya."

Pero Toby no cesaba en su llanto, insoportable y agudo, tanto que crispaba a Sarah.

"Toby," Comenzó Sarah. "Cállate, ¿Vale? O diré las palabras."

Levantó la mirada hacia las sombras de la pared y se dirigió a ellas teatralmente, sin saber lo que estaba por avecinarse.

"No... ¡No! No debo. No debo decirlas. Deseo..." Suspiró Sarah con placer, casi regocijándose en aquella idea. Permitiéndose por un momento imaginar cómo sería su vida sin Toby.

"Escuchen." Dijo de nuevo el hombre, en un susurro que pasó desapercibido para Sarah y Toby. Los demás, aguzaron sus oídos. Un segundo hombre habló:

"¡Va a decirlo!" susurró excitado. Aquel era el plan, por supuesto. Solo que Sarah no lo sabía.

"¿Decir qué?" Preguntó otro, quién no sabía de qué se trataba aquella noche y solo había sido invitado allí por practicidad para llevar a cabo aquellos maquiavélicos planes.

"¡Callen!" Dijo el primero, quien se esforzaba por oír a Sarah, y al mismo tiempo, se encontraba tenso, preguntándose si la chica estaría medio sorda por no poderlos oír, con todo aquel alboroto. Sin embargo, sonrió con los gritos del niño. Aquello lo hacía sentirse más seguro, era prácticamente imposible hacerse oír a través de aquellos llantos.

"Calla." Le dijeron los otros al que había preguntado.

"¡Cállense ustedes!" Protestó el hombre molesto. En medio del ruido el primer hombre pensó que se volvía loco intentando oír, de modo que callando a todos, puso una mano sobre la boca del estúpido e imprudente hombre que había comenzado la pelea con aquella pregunta estúpida, la cual en su opinión era una cosa que todos debían saber, después de todo, aquella sería su señal. O eso era lo que había dicho el jefe. Pero al parecer aquel tipo no se había molestado en leerse el informe. El segundo de ellos golpeó al que tenía más cerca. Un puñetazo en la nariz en un estúpido intento de callarlo, que solo sirvió para que el otro chillara, el primer hombre puso su otra mano sobre la boca del hombre y con un intercambio de miradas se aseguró de que nadie hablaría.

"Escuchen." Los amonestó. "Dirá las palabras. El jefe lo prometió."

El resto de ellos se las arregló para quedar en silencio. Escuchaban atentamente a Sarah. Quien estaba de pie, erguida y desesperada porque Toby había alcanzado tal crescendo, con la cara roja que apenas podía respirar. Su cuerpo estaba rígido entre los brazos de Sarah por el esfuerzo que hacía. Lancelot había caído al suelo. Sarah cerró los ojos otra vez y sacudió la cabeza.

"¡No lo soporto más!" Exclamó y sostuvo al niño sobre su cabeza como si lo ofrendara a algún dios mientras empezaba a entonar: "¡Rey goblin, rey de los goblins! Estés donde estés, ven y toma a este niño. ¡Apártalo de mí!"

El relámpago centelleó, iluminando la habitación, si Sarah hubiera prestado atención, en vez de estar cargando a Toby, hubiera podido percatarse de la presencia de aquellos intrusos que estaban en su ventana. Los demás dejaron caer los hombros, descorazonados. Estaban empapados hasta los huesos, y aquella chica seguía sin decir las palabras.

"No son las palabras correctas." Dijo el primer hombre desesperado y decepcionado ¿Se las sabría la chica? Según su jefe, lo hacía.

"¿Dónde habrá aprendido semejante basura?" Gruñó el segundo. "Ni siquiera empieza con deseo."

"Es ridícula." Apuntó el quinto hombre, queriendo unirse a la conversación. Había permanecido callado durante todo aquel rato. "¿Quién podría creer realmente en los goblins tanto como para recitar eso?"

"¡Sh!" Aprovechó el tercero, para dar órdenes a los otros.

Adentro, Sarah se sentía igual. O al menos parte de ella sentía eso, otra parte, la que predominaba justo en aquellos momentos, sentía tal desesperación que podía echarse a llorar con Toby, lo cual en su opinión la colocaba en el derecho de creer en quien quisiera, incluyendo el rey de los goblins, si aquello era necesario. Todo fuera por callar a Toby. Toby estaba gritando incluso más ruidosamente que antes, algo que Sarah no había creído posible. Lo acunó entre sus brazos, lo cual bajó el nivel de los gritos al nivel anterior. Fastidiada, Sarah le dijo:

"¡Toby, basta! Pequeño monstruo. Tú no eres responsabilidad mía. Yo quiero divertirme, ser libre. ¡Basta! Oh, deseo, deseo..."

Cualquier cosa hubiera sido preferible a aquel momento de ruido, furia, culpabilidad y cansancio en el que se encontraba. Jareth no iba a venir, al parecer se le había olvidado. Con un pequeño sollozo dijo: "Desearía saber las palabras correctas para que los goblins se te llevaran. ¡Dios! Desearía que realmente hubiera goblins que te llevaran."

Sarah gruñó. Jareth le había dicho una vez que todo lo que tenía que hacer era pronunciar aquellas palabras como venían en el libro para que se llevaran a su hermano, pero a ella le había parecido una estupidez, incluso si no se lo había dicho, porque conociendo a Jareth, aquello lo ofendería. En cualquier caso Sarah no había podido olvidar aquellas palabras después de la conversación que habían sostenido. Parpadeó intentando ignorar el desquiciante chillido de Toby para poder concentrarse.

"¿Cuál es el problema?" Preguntó ansioso el primer hombre, con su mirada fija en ella. "Deseo que los goblins vengan y se te lleven ahora mismo. No es tan difícil ¿verdad?"

Sarah tragó saliva y volteó hacia la ventana, haciendo que por un momento todo se quedara en silencio, los hombres estaban alerta otra vez, algunos mordiéndose los labios o apretando los puños a causa de la tensión. El primer hombre creía en el fondo que esta vez sí los había escuchado. En la habitación Sarah farfulló:

"Deseo... deseo..." Cerrando sus ojos por un momento se permitió pensar que aquello podría ser su única salvación. Luego sonrió ante sus pensamientos, está bien, estaba desesperada, pero no tanto.

"¿Lo ha dicho?" preguntó alegremente el hombre estúpido, quien minutos atrás había hecho pelear a todos. Como uno, el resto se volvió hacia él:

"Cállate." Le dijeron en voz baja, irritados. El llanto de Toby se había apagado, respiraba ahora profundamente, con un sollozo al final de cada respiración. Tenía los ojos cerrados. Sarah volvió a ponerlo en la cuna, no demasiado gentilmente y lo arropó, caminando de puntillas hasta la puerta, con la esperanza de estar lejos de él, por si se le volvía a ocurrir comenzar a llorar con tanta fuerza como antes. Estaba cogiendo la perilla cuando el niño emitió un extraño chillido y empezó a gritar de nuevo. Ronco ya, en consecuencia de su llanto anterior, y por tanto, más ruidoso. Sarah se quedó congelada, con el estómago en su garganta casi, impotente gimió:

"¡Ah! ¡Desearía que los goblins vinieran y se te llevaran...!" Se detuvo. Los hombres afuera estaban impacientes. Inmóviles. Podrías haber oído parpadear un caracol. "Ahora mismo."

Finalizó Sarah, y cerró la puerta a sus espaldas. El grupo de hombres produjo un gruñido de placer:

"¡Lo ha dicho!" En un instante dos de ellos comenzaron a entrar a la casa por la ventana, aprovechando que uno de ellos había roto un vidrio antes, mientras otros tres bajaban, uno dirigiéndose hacia la minivan para encenderla, y otros dos, vigilando los alrededores. Todos dejando solo al hombre estúpido. Quien se quedó allí plantado con una sonrisa bobalicona en el rostro hasta que notó que el resto le había dejado atrás.

"¡Eh!" Dijo. "¡Espérenme!"

Intentó bajar y finalmente cayendo sobre su trasero, corrió y se subió también a la minivan, no sin antes marcar un número telefónico desechable. Un relámpago cruzó e iluminó el jardín. El trueno resonó. Toby soltó un chillido y Merlín ladró intentando ahuyentar a los ladrones.




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Notas de autor: Como lo he prometido, aquí el capitulo uno de Mental Maze. Disfruten porque el próximo viernes subiré el capitulo 2 ^^
 No olviden que pueden ayudarme en Wattpad y Twitter votando por mí bajo el hashtag #Wattys2016 al poner el titulo de esta historia junto con el hashtag #MentalMaze
Pero claro, eso solo si les ha gustado lo suficiente esta historia. En cualquier caso, gracias por leerme, los quiero.
Faith.

Bunny Kisses

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Sean amables, comenten. Y si quieren regresar al cielo acaricien al conejito.