viernes, 1 de julio de 2016
Mental Maze - Capítulo 2
Sarah bajó las escaleras apresurándose al saltar de dos en dos los peldaños, tocaban el timbre.
"¡Ya voy!" Gimió Sarah, deseando llegar a tiempo, o haber tenido algo del mismo para limpiar sus lágrimas, calmar su fastidio y fingir que no había pasado nada con Toby. Afuera, la tormenta rabiaba. Las nubes burbujeaban y la lluvia azotaba las hojas de los árboles. Sarah no le había dicho a nadie de que Jareth y ella salían, porque vamos, él era el típico chico malo que se metía en problemas y la metía en problemas. Iba después de todo a la misma terapeuta que ella, lo que lo tachaba de la lista de su madrastra. En definitiva no les gustaría ni a sus padres, ni a su madrastra. No es que a Sarah le importara mucho lo que ellos opinaran. Pero de saberlo no la dejarían volver a verlo. Ni mucho menos la dejarían a solas con Toby. Porque aunque a Sarah no le gustara cuidar de Toby, hasta ella tenía que admitir que las cosas podían ponerse realmente interesantes cuando los tres estaban en una misma habitación.
Sarah le había conocido porque era su vecino tanto en la ciudad como junto a la casa de sus padres. En un principio le había gustado bastante, y habían intercambiado hasta números telefónicos, WhatsApp y todo lo que las redes sociales les permitían hacer, entonces se había dado cuenta de que era vecino suyo en dos lados, y eso había sido raro. Demasiado raro. Se había alejado de él un par de semanas debido a ello. No fue hasta que su madrastra sugirió a su padre que para que Sarah se independizara tenía que tomar citas con un terapeuta que se encontró con Jareth, quien iba al mismo terapeuta que ella. La psicóloga en cuestión había sido mujer, sí. Se llamaba Gemma. Y estaba casada con un tipo guapísimo y súper sexy llamado Blake. Vivía una vida de rica que Sarah en cuestión envidiaba. Abriendo la puerta Sarah se encontró cara a cara con Jareth, no estaba ni ligeramente empapado por la lluvia, y seguía tan perfecto como siempre lo había estado, con su chaqueta de cuero negra en jeans y camiseta negra como cualquier chico malo. Aquellos ojos azules raros e hipnóticos, enmarcados por pestañas y cejas rubias perfectamente definidas la miraron de reojo, y con su cabello desaliñado volteó a ver a Sarah. Los relámpagos que trazaban venas en el cielo iluminaron su rostro durante una fracción de segundo. No estaba sonriendo, ni su expresión era la de alguien molesto como podría estarlo alguien que ha tenido que esperar lo suficiente bajo la tormenta. Sus ojos estaban fijos en los de Sarah con una intensidad que ella encontraba intimidante. Dio un paso hacia ella, a la luz que brillaba desde la puerta, Sarah no retrocedió. Si sus ojos no tuvieran la costumbre de hipnotizarla la cadena dorada que colgaba de su cuello lo hubiera hecho. Calzaba botas de motociclista y en sus manos, guantes negros. En una de ellas llevaba un curioso anillo con forma de cola de pez, esto si bien no se veía, Sarah sabía de aquel detalle por una conversación que habían tenido, meses atrás. El corazón de la chica comenzó a latir con fuerza y se hizo a un lado para dejarle pasar sin mediar ni una sola palabra.
"Has tardado." Dijo Sarah sin poder evitar que su voz estuviera cargada con un tono de reproche. Jareth sonrió de esa forma característica suya que hacía que su corazón se agitara sin saber nunca si era debido a la crueldad que había en ella o la seducción velada que siempre estaba presente en su rostro para con ella.
"¿No lo sabes? Esta hecho." La voz del hombre era tranquila, casi amable. Sarah lo miro perpleja sin entender.
"Yo..." respondió Sarah. "Yo..."
Jareth sonrió ante su vacilación. Era indudablemente guapo, pero algo en su mirada ahora era diferente, como si supiera algo que ella no, y con sorpresa Sarah descubrió que no le gustaba eso. Un mal presentimiento comenzó a asentarse en su estómago. No había esperado eso. Cuando habló, su voz fue un susurro.
"No entiendo. Espera aquí, Toby esta... ha estado llorando todo el rato." Sarah intento reponerse de aquella sensación sin éxito mientras cerraba la puerta tras el chico y subía las escaleras de a dos.
Una vez en el rellano la sensación antinatural volvió a ella, esta vez con más fuerza y no pudo ignorarlo. Aguzó su oído para escuchar algo. Pero todo lo que escuchaba era el silencio antinatural de la habitación. Toby había dejado de llorar, tan repentinamente que la asustó. Abrió con cuidado la puerta y miro dentro de la habitación del niño. La luz de la mesilla estaba apagada.
"¿Toby?" Llamó. Él no respondió. Accionó el interruptor de la luz junto a la puerta. No ocurrió nada. Lo apretó varias veces sin ningún efecto. Una tabla crujió y un escalofrío la recorrió.
"¿Toby? ¿Estás bien? ¿Por qué no lloras?" Entró nerviosamente en la habitación silenciosa. La luz del rellano, que llegaba a través de la puerta, lanzaba formas extrañas contra las paredes y la alfombra. En un momento de calma entre dos truenos, creyó haber oído un zumbido en el aire. No podía detectar ningún movimiento en la cuna. Por alguna razón tener a Jareth abajo no parecía aportarle demasiada tranquilidad.
"Toby." Susurró con ansiedad, y se acercó a la cuna conteniendo el aliento. Sus manos estaban temblando como hojas de álamo. Extendió la mano para tirar hacia atrás de la sábana. Retrocedió sobresaltada. La sábana se convulsionaba. Formas raras empujaban y se revolvían bajo ella. Creyó vislumbrar cosas asomando por el borde de la sábana, cosas que no eran ninguna parte de Toby.
Sintió el corazón palpitar, y se cubrió la boca con una mano, para evitar gritar. Entonces la sábana se quedó inmóvil otra vez. Nada se movía. No podía darse la vuelta y huir dejándole ahí. Tenía que saber. Fuera cual fuera el horror que encontrara, tenía que saber. Impulsivamente, extendió la mano y tiró de la sábana.
La cuna estaba vacía. En su lugar uno de los muñecos móviles de Toby ocupaba el lugar. Durante un momento o una hora, nunca supo cuando tiempo pasó, se quedó mirando la cuna vacía. Ni siquiera estaba asustada. Su mente se había quedado en blanco.
Y entonces se asustó por un golpeteo suave y rápido en la puerta, justo detrás de ella. Sus manos se cerraron con fuerza, las uñas se le clavaron en la piel.
Jareth había subido. Su pelo lucía blanco contra la luz del rellano que jugaba de forma macabra con las sombras en su rostro. Y sus ojos justo en aquel momento, ocultos bajo la oscuridad, luciendo como dos botones de muñeca aterradores, redondos y profundos la observaban. Una serie de relámpagos que parecían continuos iluminaban la habitación haciendo la escena similar a una película de terror.
Tras ella, uno de los hombres alzó brevemente la cabeza para visualizar la escena, y la agachó de nuevo justo para después descolgarse del balcón. Otro hizo lo mismo. Ella no les vio. Sus ojos estaban fijos en los de Jareth. Por alguna razón su voz no salía, y su mente comenzó a pensar con rapidez. Tenían que avisar a la policía. Y sus padres la matarían. Solo si se enteraban, claro. Tenía que recuperar a Toby. El relámpago crujió y brilló intermitentemente de nuevo, y esta vez distrajo su atención de la ventana iluminando el reloj que había sobre la repisa de la chimenea.
Vio que sus manecillas apuntaban a las doce en punto.
Entonces Jareth alzó su brazo izquierdo e hizo un largo gesto con su mano. Sarah miró alrededor, pensando que él estaba llamando desde su celular por ayuda. Cuando volvió a mirarle de frente, un brillante cristal había aparecido en su mano.
"Te he traído un regalo, Sarah." Dijo, ofreciéndoselo. Ella hizo una pausa. No podía confiar en él.
"¿Qué es?" Miró distraídamente al reloj y solo entonces sintió la presencia de dos hombres salir detrás de las cortinas. Quiso gritar, pero no pudo. Uno de ellos golpeó la parte de atrás de sus piernas, tumbándola sobre el suelo antes de que ella pudiera si quiera coger la escoba que había en la habitación para defenderse. Mucho antes de que ella notara que existía una escoba con la que podía hacerlo. Entonces por primera vez en su vida Sarah sintió lo que era el terror real. No era nada de aquellas tonterías que toda su vida había deseado sobre aventura y sobre algo grandioso que le pasara a ella. Tendría suerte si salía ilesa. Miró a Jareth con confusión y luego intentó enfocar su mirada en sus atacantes. Los labios de Sarah se abrieron, pero no emitió ningún sonido.
Tras ella, Jareth rió disimuladamente. Aún en el suelo se giró y vio cómo Jareth recogía algunas pertenencias de Toby con total calma y las ponía sobre un saco. Las sombras corrían por las paredes. Los dos hombres a su lado la sujetaron con fuerza. Con la boca abierta, las manos cerradas en puños, vio a los hombres sonreírse entre sí.
"Jareth..." Intentó la chica buscando un modo de hacer que la soltaran, tal vez entonces podría coger la escoba. "¿Cuál era el regalo que me dijiste que habías traído?"
Vale, debía haber preguntado muchas otras cosas, cosas como por qué hacían eso, el que estaba haciendo, el que harían con ella, las razones que Jareth tenía para hacerle eso. Y más. Quería hacerlo, pero estaba sola, desarmada y no era tan estúpida como para creer que podía soltarse del agarre de aquellos dos gigantes que la tenían sujeta. Tampoco serviría pedirle explicaciones a Jareth, conociéndolo, se reiría en su cara y le soltaría algo imposible de descifrar.
El viento tormentoso elevó su tono. El relámpago iluminó la habitación como si fuera de día, y las caras aterradoras de repente se desvanecieron dentro de los armarios, cajones o bajo las grietas del suelo. Cuando el trueno resonó y el viento sacudió las cortinas, una ráfaga de aire abrió la ventana. Sarah se cubrió la cara con las manos, y gritó, y volvió a gritar. Jareth se acercó a ella divertido. De pronto estaba petrificada ante la idea de que él la tocara. Pensó que se moriría si lo hacía.
Sintió el viento soplar alrededor de su cabello, pero Jareth se había retirado. Espió entre los dedos, para ver donde estaba el hombre. El prolongado chisporroteo de un relámpago lanzó una sombra gigante sobre la pared que daba a la ventana. Era la sombra de una figura humana. Otro hombre. Sarah palideció y como pudo mientras estaba sujeta a las manos de aquellos tipos se dio la vuelta. La silueta recortada contra el cielo tormentoso era la de un hombre. No vio más allá de eso.
"Sobre tu pregunta, Sarah." La voz de Jareth salió desde una esquina oscura mientras le pasaba el saco al cuarto hombre. "Es un cristal, nada más. Me lo obsequió una señora que se hacía llamar bruja en New Orleans. Según ella si miras en su interior... te mostrará tus sueños. Supuse que te gustaría."
Los labios de Sarah se entreabrieron involuntariamente. Con una sonrisa burlona, Jareth observó su cara, mientras giraba el reluciente cristal entre sus dedos. La mano de ella comenzó a extenderse hacia él. Jareth sonrió un poco más, y retiró el cristal.
"Pero este no es un regalo para una chica ordinaria, que se preocupa por un bebé gritón." Su voz era más callada ahora, y más ronca. "¿Lo quieres, Sarah? Entonces olvida al niño." dijo Jareth firmemente. Lo extendió hacia ella de nuevo. Esta vez las manos de Sarah permanecieron a sus costados, y no respondió. Sus ojos estaban fijos en la danza, en los destellos del cristal. Entonces Sarah comprendió lo que Jareth estaba haciendo y sonrió.
"Lindo Jareth, casi caigo." Dijo con renovada confianza mientras se quitaba las manos de los gandules que la tenían sujeta. Era tan solo otro de sus juegos, después de todo. Uno que involucraba su libro favorito, y si no se equivocaba debía haber escondido a su hermano en alguna parte y quería que lo encontrara. Vale, podía jugar aquello. Jareth parpadeó sorprendido por unos instantes y luego se recobró con una burlona sonrisa. El regalo era realmente seductor, y también lo era la idea de que alguien la entendiera. Alguien como él, que se preocupara por los lugares secretos de su imaginación y supiera lo infinitamente preciados que eran para ella, más que cualquier otra cosa. A cambio, tendría que renunciar a su responsabilidad para con un niño afrentosamente malcriado, que hacía interminables demandas y nunca mostraba el más mínimo signo de gratitud; que era, después de todo, solo su medio hermano. El cristal giraba, reluciendo.
"Déjenla." Dijo Jareth sacudiendo su cabeza con fastidio. "Se dará cuenta tarde o temprano."
Sarah parpadeó perpleja, lo último que esperaba era esto.
"¿Jareth?" Preguntó odiando lo ansiosa que sonaba su voz. Él se volvió y la encaró:
"Te he salvado. He hecho lo que deseabas. Lo que me pedías, te he liberado de las ataduras que te afligían y asustaban. Ahora eres libre, Sarah. Puedes coger mi regalo, empacar y venir conmigo. Nadie jamás nos seguirá. Ni sabrá que habrá ocurrido con nosotros, nunca."
"¿Lo que te pedía?" Sarah tembló. "¿Qué has hecho Jareth?"
Jareth sonrió de un modo inocente, tanto como un bebé. No le quedaba esa sonrisa y Sarah parpadeó, esta vez dándose cuenta de que aquello ya no era un juego.
"Jareth..." pronunció con cuidado. "¿Qué has hecho?"
"Todo lo que deseabas. Jamás tener que preocuparte por tu hermano, por volver a casa con tu horrible madrastra, ni sonreír con tu padre cuando estás tan molesta por que se separó de tu madre. O lo molesta que estás con tu madre por dejarte con tu padre en vez de que te llevara con ella y su novio para disfrutar de las ventajas de su mundo. Te he hecho libre. Todos ellos están ocupados esta noche, nadie notará que nos vamos. Podemos ir a Australia, empezarás con tu carrera allí. O quizás a Inglaterra. Los mejores actores salieron de buenos lugares como sus teatros. Tal vez a Los Ángeles, o a la ciudad. La ciudad es preferible a los suburbios para los que quieren tener una carrera en Brodway. Aunque sugiero que sea lo más lejos posible de momento." Jareth cruzó las manos sobre el extremo la cuna con delicadeza. "Eres libre. Tu hermano jamás volverá a ser una molestia para ti."
Sarah tembló. Tenía que ser un juego. ¿Era un juego verdad?
"No quiero ser libre." Respondió. Luego se corrigió. "Quiero decir, si, pero... Quiero recuperar a mi hermanito. Por favor." Le dirigió una pequeña sonrisa. "Si no te importa."
Jareth se encogió de hombros. "Lo dicho, dicho está."
"Pero no lo dije en serio." Replicó Sarah rápidamente.
"¿Ah, no?" Una de sus cejas se elevó con elegancia.
"Oh, por favor. ¿Dónde está?" Jareth rió ahogadamente.
"Sabes muy bien donde está. Lo planeamos hace meses, Sarah." Sarah parpadeó, pero no conseguía recordar aquello que Jareth parecía querer que recordara. Su mente se había trabado de algún modo extraño.
"Por favor, tráelo de vuelta, por favor." Se oyó a sí misma hablar con una vocecilla. "¡Por favor!"
"Sarah..." Jareth frunció el ceño, y sacudió la cabeza. Su expresión era toda preocupación por ella. "Ven conmigo. Acepta mi regalo, Sarah. Trae tus libros. Viaja conmigo. Sé libre. Esa es tu auténtica vida. Olvídate del niño."
Mientras Sarah dudaba, otro trueno y relámpago iluminaron el cielo tras Jareth. El corazón se le rompía, pero sacudió su cabeza.
"No. No puedo." Dijo ella y durante un momento, se evaluaron el uno al otro, adversarios intentando medirse al comienzo de una larga empresa. El trueno retumbó. Sarah consiguió cerrar los ojos. Desde detrás de los párpados cerrados, oyó una voz respondiendo. Era su propia voz, pero parecía ser un recuerdo. "Yo... no puedo. No es que no aprecie lo que estás intentando hacer por mí.... pero quiero de vuelta a mi hermanito. Debe estar muy asustado..."
Abrió los ojos.
Jareth resopló, echándose hacia atrás un mechón de aquella melena rubia. Había perdido la paciencia. Con un ademán de su mano, colocó el cristal sobre una de las mesitas de la habitación. Con otro ademán, extrajo una pistola y la sostuvo con un brazo estirado ante él, de forma que quedara junto a la cara de Sarah.
"No me desafíes." la advirtió, la voz de Jareth sonaba impaciente. Sarah chilló, y se alejó de un salto. "No eres rival para mí, Sarah. Olvida al niño. Coge mi regalo. No te lo ofreceré de nuevo."
Los hombres se recorrieron hacia la salida y Sarah los siguió sin pensar. Una vez en la sala uno de ellos, el que tenía el saco con las cosas de Toby, salió llevándose consigo uno de los paraguas que estaban junto a la puerta. Jareth se volvió hacia ella esperando por su respuesta.
"No." Hizo una pausa. "Gracias de todos modos, pero no puedo hacer lo que deseas. ¿No lo ves? Debo recuperar a mi hermano."
"Nunca le encontrarás." Sonrió él divertido.
"Ah" dijo Sarah, y tomó un profundo aliento. "Entonces... hay un lugar en el que buscar."
Durante un momento, la cara de Jareth se sobresaltó. Sarah lo vio, el más ligero rastro de un temor fugaz atravesó sus ojos. ¿Era posible? Las fosas nasales se apretaron, se aferró a su pistola, y pareció dudar ligeramente antes de responderle. No podía creérselo del todo, pero sospechaba que tenía miedo de ella, aunque solo fuera momentáneamente, era alentador.
"Sí." dijo él finalmente. "Hay un lugar."
Y ahora, con un gesto realmente afectado sacado de un vodevil, giró la mano y sacó unos papeles, tendiéndoselos. Aquello parecía propaganda barata de un club nocturno y a juzgar por la dirección no parecía ser un lugar muy seguro. Pensó ella. Pasó junto a él mientras miraba el papel con preocupación. Detrás de su hombro, Jareth murmuró.
"¿Todavía quieres ir a buscarlo?"
"Sí." Tragó saliva. "¿Lo has llevado aquí?"
Jareth no respondió esta vez, y Sarah se dio la vuelta. Todavía estaba allí, observándola intensamente, pero en algún momento habían llegado al porche, los hombres de él habían desaparecido entre la lluvia minutos atrás. Sarah no podía recordar cuando pero tampoco era que importara. Estaban cara a cara sobre las tablas de madera entre el viento y la lluvia. Entre ellos y la entrada del jardín había una amplia distancia ocupada por los muebles del jardín donde ella solía leer libros junto a un buen vaso de limonada en los días calurosos antes de conocer a Jareth. El mismo lugar donde tantas veces habían platicado y reído con las ideas de ambos, donde habían compartido tantos secretos. Donde se había enamorado de él y él la había besado por primera vez. Entre ambos y más allá solo había oscuridad. Se giró de nuevo. El viento le sopló el cabello sobre la cara. Echándoselo hacia atrás, dio un tímido paso hacia el jardín.
La voz de Jareth llegó desde su espalda.
"Olvídate de él, Sarah. Ven conmigo, antes de que sea demasiado tarde."
"No puedo. Oh, no puedo. ¿No lo entiendes?" Sacudió la cabeza lentamente, mirando hacia el lejano castillo, y para sí misma, quedamente, repitió. "No puedo."
"Qué pena." La voz de Jareth era baja, y gentil, como si realmente lo dijera en serio. Sarah miraba el papel con impotencia mientras las lágrimas comenzaban a aparecer en sus ojos. Con una mano discretamente las limpió. Parecía estar lejos, pero no a una distancia imposible de recorrer. Dependiendo de por dónde fuera podía llegar fácilmente.
"No parece estar tan lejos." dijo, y oyó en su propia voz el esfuerzo que estaba haciendo para sonar valiente. Jareth estaba junto a su codo ahora. La miraba, con una sonrisa helada.
"Está más lejos de lo que piensas." Y como si no fuera suficiente añadió. "Y el tiempo es corto."
Sarah vio que Jareth se había traído consigo el reloj antiguo de madera que había en la repisa de la chimenea. Marcaba las doce, como había hecho el reloj del cuarto de Toby.
"Tienes veinticuatro horas para resolver el problema " le dijo Jareth, "antes de que tu hermano sea adoptado por una pareja que se lo llevará al otro lado del mundo y desaparezca para siempre. Si eso ocurre, Sarah, te llevaré conmigo quieras o no. Y no podrás volver a ver a tu familia nunca más."
"¿Por qué?" Murmuró sin comprender.
"Eres cómplice de esto Sarah, aunque no quieras. Tú eres la mente maestra como dirían los policías. Y existe un montón de evidencia en tu contra. Me he asegurado de ello. Pero no te preocupes, no te dejaré aquí para afrontar los cargos."
"Jareth..."
"Piénsalo Sarah... ¿No es lo que querías? Tu libertad. Tus sueños." Musitó Jareth. "No te equivoques, puedo ser cruel. Pero no pienso contribuir a encerrarte en tu jaula de oro con ese niño malcriado. Si ganas seguirás encarcelada, y yo me iré de tu vida. Para siempre."
"¿Nosotros planeamos esto?" Preguntó Sarah aún más perpleja si eso era posible. Jareth asintió y se aproximó a ella y sujetándola con fuerza mordió su oreja con violencia, bajando hacia su cuello y dejando en este una pequeña mordida.
"Si pierdes, serás mía." Jareth gruñó.
Sarah estaba de pie todavía, con el cabello azotado por el viento, mirando hacia el jardín. Después de un rato, dijo:
"Dime por dónde empezar."
Esperó una respuesta, y finalmente le oyó decir:
"Una pena."
"¿Qué?" Se dio la vuelta para mirarle, pero él ya no estaba allí. Se había ido y la había dejado sola en medio de la noche, entre sus pensamientos, debates y deseos, sobre el ventoso porche.
Miró otra vez el papel. La tormenta estaba pasando. Las sombras de las nubes atravesaban la luna. Creyó vislumbrar la figura de un búho, bien alto, con las alas extendidas en el aire, mientras volaba firmemente alejándose de ella.
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