Te recordaré, aún cuando cierres esa puerta.
Aún si estás enfadado conmigo, te querré.
Sonreiré con lágrimas en los ojos,
esperaré a que vuelvas.
Te recordaré, aún a través del tiempo.
Incluso si nos separa un largo viaje.
Te recordaré.
Porque has sido algo importante,
una especie de ángel que toca corazones.
La persona que me hacía sonreír en mis peores momentos.
Ese abrazo y esa taza de café humeante.
Ese beso, esas caricias.
Te recordaré a pesar de la distancia.
A pesar de las vidas futuras, las tragedias y las alegrías.
E incluso si con el tiempo yo me destiño.
Tú permanecerás allí. En la eternidad.
Así que deja que te diga,
que te quiero y que no estarás solo nunca.
Que estaré contigo hasta el final.
Que seremos como uno.
Deja que sea yo ahora quien seque esas lágrimas.
Quien te de un abrazo.
Deja que ponga en medio de aquel marco tu recuerdo y que permanezca allí por la eternidad.
No te preocupes por el viaje, que estaré a tu lado.
Y no te preocupes por nada más.
Que mi amor es grande, pero mi memoria lo es más.
Te llevas un pedazo de mí contigo en la maleta.
Cuídalo bien.
Y mientras tanto, miraré por la ventana,
esperando a cuando vuelvas.
Y te recordaré, porque eso hacen los buenos amigos.
Mantenerte tibio, arroparte, curar tus viejas heridas de guerra.
E incluso malestares del corazón.
Pero por sobre todas las cosas, te mantienen cerca, no te olvidan.
No te abandonan.
Y te recuerdan.
Así que escucha mi promesa que yo te recordaré.
Hasta el final de los días, mi buen amigo.
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Bien, trágico. Lo cierto es que me han encontrado más fallas por corregir en aquellos manuscritos. Por el momento les dejo este pequeño escrito que trata de la partida de los seres a quienes amamos. Puede referirse a una mujer o a un hombre, a un amigo, a una madre... cualquier persona, siempre que por supuesto haya un vínculo afectivo. Espero que lo hayan disfrutado.

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