Se dice de mí, que soy flojilla. O vagabunda.
Que escandalizo al mundo por ser solo yo misma.
Que me han visto hacer y deshacer locuras cada dos por tres.
Se dice de mí que soy volátil, bipolar, ingeniosa, amargada, alocada y peligrosa.
Se dice de mí que soy volátil, bipolar, ingeniosa, amargada, alocada y peligrosa.
Que si es verdad o no, solo puedo ignorarlos.
Se dice de mí, que tengo pájaros en la cabeza. O que he aprendido a volar sin alas.
Lo cierto es no lo noto, ni lo uno ni lo otro.
Se dice que puedo reducirte a cenizas con solo una mirada. Que mi cabello cambia de color a voluntad. O que hablo con los animales.
Nada más cierto, si también me vieran hablando conmigo misma.
Si me dijeras que soy rara, anormal o diferente, te daría razón en ello con orgullo.
Dime que soy normal y probablemente te pregunte,
¿Qué es normalidad?
Se dice de mí, que me evites, que finjas que no existo. Que no voltees cuando me acerque. Que no me hables. ¿Duele eso? Si y no. Ya estoy acostumbrada.
Se dice de mí, siempre. Porque nadie me lo dice. No sé sin embargo que es peor. Si lo uno o lo otro. O el que te nieguen esa oportunidad.
Se dice de mí que soy una mocosa, mimada, caprichosa y desagradable. Las personas lo creen incluso cuando no hable. Y se dicen de mí un centenar de cosas. Como que soy gitana, o que una bruja.
¿Qué más me importa ahora? Si se dice de mí, debo mantener un público. Y mis apariencias.


No hay comentarios.:
Publicar un comentario