Era como el cristal más fino. Como el diente de león que con cualquier suspiro se desharía. Tan frágil como lo que más. Tan distinto, hermoso y valioso como lo sería un diamante. Y solo había una oportunidad para tomarlo. Si lo hiciera quizá sería feliz. Efímero. Así era todo.
Dudé.
Y en esa duda, se mantuvo la eternidad.

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