Hoy abrí una caja de recuerdos.
Y mi propia máquina del tiempo.
Es tan curioso, lo que pensamos que puede ser o no valioso.
En esa caja, había una muñeca, desmejorada por el paso del tiempo. Recuerdo exactamente que me la dio una tía poco antes de morir. El oso de peluche de mi infancia. Lleno de polvo. Pero que con amor guardo. Me lo dio mi padre.
Un montón de cartas nunca enviadas a ese chico que tanto me gustaba.
Por cobardía, quizás.
Me pongo sensible cuando encuentro aquella foto con mis viejas amigas. Las tengo olvidadas. Y algunas ya no son amigas mías.
Mi primer ramo de rosas, ahora marchito por el tiempo, lo saco con cuidado y ternura. Aquella medalla ganada en el concurso de patinaje artístico. Recuerdo todas las caídas que me llevaron a lograr la coreografía perfecta.
Mi foto a los tres años, sosteniendo la mano de mi madre al frente de la casa.
Tengo que respirar.
Las lagrimas ahora no paran de salir, cuando llego al fondo de la caja.
Allí está. La foto de él.
La persona a quien sigo amando aún.
Mirando hacia atrás, rodeada por mis recuerdos, con mis manos tocándolos, miro al espejo de la pared.
Vieja y canosa, he vivido bien. He tenido una maravillosa vida. Dulce cuando así tenía que ser. Amarga en los momentos correctos. A veces quizá muy dura. Pero he aprendido lo debido. Estoy en paz.
Con cuidado, regreso todo a la caja. Y la guardo allí, donde sé que algún día alguien la encontrará.
Tal vez, espero, sea mi hija.
Por hoy, estoy en paz.
-----------
Pues, aquí la historia de hoy, lunes. No esperaba que me saliera tan melancólica. Pero... bueno, espero que les guste. La idea de estas dos historias, es mandarles un mensaje importante. Vivir. El tiempo no espera. Nunca espera.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario