Desperté, asustada. Probablemente por toda la sangre y el
agua que había derramados sobre el piso de mi cuarto en mi sueño. Con
incomodidad me dirigí hacia el libro al lado de mi cama. Esperando el dolor en
mi pecho al abrirlo y leer su nombre.
Esperando que mi cuerpo desfalleciera. Esperando sentir aún ese golpe
que me quita el aliento. La sensación de que voy a arrepentirme… pero no llega.
Y el miedo se desliza a través de mí. ¿Estaré olvidando? ¿En qué momento he
dejado de sentir por él? La nostalgia me invade. Pero no es más que eso. No me
aterra, no me duele. No lastima. Y lo que podría ser considerado una fría
indiferencia no es en realidad como tal.
Sigo aquí.
Pensando en él.
Luchando
por sentirlo. Pero sus palabras ya no me queman, su negativa aunque me lastima
no es insoportable ya. Sus susurros no me hacen brincar el corazón más. Y tengo
miedo. De olvidar. Porque cuando
olvidas, mueres. Y esa parte, ese pedazo de él, que se quedó conmigo no debería
morir.
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Entonces, este es el de ayer – hace unas horas – lo que
probablemente piensen es ¿Qué es esto? Bien, explicaré. Se trata de una chica
que habla por la normalidad que ha vuelto a su vida. Se trata de ella no
teniendo el corazón destrozado. Es la parte en la que la protagonista – podrías
ser tú – se levanta, y se da cuenta de que de nuevo todo ha vuelto a ser como era antes. Tiene miedo, de que sea
una ilusión, pero, finalmente decide. ¿Y
si lo es qué importa? Está también asustada por olvidar la experiencia que
vivió. Pero no por la experiencia en sí. Sino por los errores – tiene miedo de
repetirlos – y por los recuerdos – son las partes buenas de la relación, lo
bueno que aprendió de todo ello – el pasado, pasado está. Y ella lo sabe mejor
que nadie. Así que de eso se trata la historia. Espero que les haya gustado.

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