"La sinceridad no siempre parece necesaria, ¿No crees? Pero es útil. En cualquier término." Me dijo la voz de mi hermana. Me encogí de hombros, esperando que no notara mi creciente incomodidad. De pronto los recuerdos acudían a mi mente y los secretos parecían demasiado duros de contener.
"¿Sinceridad eh? ¿Cómo esa vez que le dijiste a esa mujer que te encantaba su sombrero? El que la hacía ver como pájaro extraño." Aclaré. La vi sonrojarse y sacudir sus mechones, su cabello era perfectamente ordenado y propio de ella. Ella era insoportablemente buena en todo. Desquiciante, en mi opinión. Perfecta, diría mamá.
Yo tenía tan solo catorce años, pero ya la veía a ella como algo demasiado difícil de igualar. Pero no importaba cuán interesante o perfecta o incluso hermosa fuera ella, yo no diría nada. No podía decirle mi secreto. Ella se lo contaría a todo el mundo, y se reiría de ello después con una taza de té mientras parloteaba con sus nuevas grandes y falsas amigas. Falsas porque una de ellas se acostaba con su novio. No era en realidad un secreto, solo mi hermana se empecinaba en decir que aquello no era cierto.
Sin embargo ella no insistió. Tomándome por sorpresa se levantó de su silla y se volvió hacia la puerta, lista para entrar en la casa.
"No importa si no quieres contármelo, esta bien. Pero no permitas que Marc te ponga las manos encima si tú no quieres." Me dijo dejándome perpleja en el porche de la casa. Parpadeé unos segundos, lista para llorar. ¿Siempre sería así? ¿Podría algún día guardar un secreto que fuera solo mío y de nadie más? Y entonces sonreí. Todavía había algo que ella no sabía de mí. Encaminándome hacia el bosque con la mirada perdida intentando que Claire no me viera entrar en él, y una vez fuera de su radar, eché a correr. Necesitaba ver a Frances, mi pequeño secreto. Un hada entre miles. Siendo mi amiga.
Para atravesar el portal sin embargo se necesitaba valor. Y sinceridad para responder las preguntas del hada. Me planté frente al portal y esperé. Pero mi lucha fue en vano. El portal no se abrió.
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¡Feliz martes! La historia de este lunes en realidad es muy simple, cuenta con dos ideas, parecen sencillas pero en realidad son más complejas de lo necesario. Para empezar, en el momento en que la niña decide no contar siempre la verdad, se desliga del mundo mágico. Así de simple. Pierde su inocencia y se integra al mundo humano. Asi mismo, hay mentiras piadosas y mentiras grandes. O incluso verdades ocultas, verdades omitidas y medias verdades. En la sociedad en la que vivimos no se nos permite decir siempre la verdad, más bien, debemos mentir para sobrevivir. Las verdades son algo que duele, lastima y hiere a la sensibilidad de las personas. Y aún así, se considera algo valioso.
Entonces, es una historia pequeñísima. Lo sé. No la publique ayer. Lo sé también. ¡Pero! Sigo trabajando en la sorpresa. Si, lo sé, esta sorpresa ya tiene meses haciéndose, pero las mejores sorpresas toman su tiempo. Así que paciencia mis queridos polluelos. Los quiero.

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